jueves, 27 de diciembre de 2012

Sonrisas 3ª parte


Las rendijas de la ventana apenas dejaban pasar unos rayos de luz, estaba tapiada y demasiado alta como para intentar alcanzarla. Estaba tumbada en las mantas que le servían de cama. Sus grises y apagados ojos se perdían mas allá del techo y el pelo se alborotaba alrededor de la cabeza. En el pasado había sido una bella mujer, de viva mirada y piel suave, pero aquellos horribles experimentos la habían deteriorado.
La puerta se abrió de golpe, había llegado la hora de la “medicina”, el hombre entró y dejó al lado de la mujer un tarro con tres pastillas y un vaso de agua, luego murmuró algo en su idioma y salió cerrando tras de sí con un fuerte portazo. El ruido retumbaba aun en la habitación cuando un brillo fugaz cruzó los grises ojos de la mujer, el momento había llegado. Se incorporó y cogió el tarro, luego revolvió entre las mantas hasta dar con otro tarro más grande, repleto de pastillas. Una sonrisa cruzo su rostro, todo aquello iba a terminar. Fue tragando con ayuda del agua las pastillas, todo lo rápido que pudo. Notó que su cuerpo se adormilaba, pero aun quedaban algunas pastillas, haciendo un esfuerzo se las metió en la boca y las trago con lo que quedaba de agua. Luego se recostó y se hizo un ovillo entre las mantas, poco a poco fue perdiendo la consciencia mientras pasaban en su mente imágenes y recuerdos del mundo exterior, verdes praderas, cielos azules, noches llenas de estrellas… una lagrima salió de sus ojos y recorrió su cara hasta mezclarse con la espuma que empezaba a brotar de sus labios. Lentamente su corazón y su cerebro se detuvieron y lo único que quedó de ella fue la sombra de su última sonrisa.

jueves, 20 de diciembre de 2012

El Violinista 2ª parte


Escuché el ruido de una puerta abriéndose, me oculté tras una columna; las luces se encendieron y pude ver a los hombres saliendo de una sala, el violinista ya no iba con ellos, montaron en el coche y se fueron. Esperé escondida tras la columna hasta que el ruido del motor desapareció, me dirigí a la puerta de metal por la que habían salido, pero estaba cerrada con llave. Miré alrededor, vi  una vara de hierro tirada en una esquina, la cogí, era obvio que aquellos hombres no tenían buenas intenciones, debía estar preparada. Volví a la puerta y llamé, nadie contestó, intenté escuchar pero no parecía que hubiera nadie, alcé la vara  y arremetí contra la puerta, esta se estremeció y se abolló, pero no terminó de abrirse, volví a golpearla, una y otra vez, y al fin cedió y cayó pesadamente al suelo. La sala era una especie de habitación con una cama a un lado y al otro una mesa y algunas sillas; encendí la luz y vi que en la cama estaba el violinista, tenía los ojos cerrados y el pelo desordenado, un pequeño hilo de sangre seca le salía de la nariz, estaba completamente inmóvil. No había nadie más, me abalancé hacia él, solté la vara junto a la cama, le observé  de cerca, comprobé su pulso. Ahí estaba, el suave ritmo de su corazón era lento pero constante, también pude notar que su pecho se movía lentamente arriba y abajo, respiraba. Le puse la mano en la frente, tenía un poco de fiebre. Recordé que había echado una botella de agua en la mochila antes de salir y la saqué, le limpié la sangre de la cara, tenía la boca seca, intenté que bebiera agua; al principio no reaccionó, pero luego comenzó a tragar ávidamente. Luego abrió los ojos, se clavaron en mí con una mezcla de alivio y sorpresa. Se incorporó lentamente.
— ¿Dónde estamos?
—No…no lo tengo muy claro, la verdad.
— ¿Qué haces aquí?
—Es que…esos hombres te cogieron…no podía quedarme allí sin hacer nada…
—Te…te has puesto en peligro…por mi culpa— una extraña tristeza invadió su mirada.
— ¿Qué quieren de ti? —­le pregunté intentando cambiar de tema.
—Bueno…yo…soy el hijo del director de una famosa empresa, él tiene mucho dinero y supongo que ellos quieren un rescate. Aunque no creo que consigan mucho— su ánimo decayó aun más.
—Salgamos de aquí antes de que vuelvan.
Le ayudé a levantarse, la luz de fuera se había apagado ya. Cogí la vara de hierro. Salimos a tientas y subimos por donde yo había entrado. No sabía cómo íbamos a salir de allí, la puerta del garaje estaría cerrada y en la oscuridad no podíamos buscar le manera de abrirla, pero no dije nada. Cuando llegamos allí, comprobé que, efectivamente, estaba cerrada, me quedé pensativa.
— ¿Sabes cómo abrirlo?— le pregunté.
— No— murmuró.
De pronto escuchamos el ruido de un motor.
— ¡Al suelo! — le dije en voz baja.
Nos acurrucamos en una esquina, ocultos tras unas cajas; el mecanismo de la puerta comenzó a funcionar, esta se fue abriendo poco a poco y una tenue luz comenzó a inundar la entrada. Me di cuenta de que estaba sobre el violinista, abrazada fuertemente a él. Le miré. Su cara estaba muy muy cerca, mirándome fijamente.
—Gracias— susurró — sabía que eras especial, sabía  que no eras como las demás. Cuando te vi por primera vez tuve la impresión de que ibas a ser la mujer más importante de mi vida.
—Yo…—me sonrojé— yo también lo pensé. Tu música era algo más que una melodía, podía sentir como dejabas salir a través de ella tu alma, tus sentimientos…—oímos el motor del coche internándose en el garaje— debemos darnos prisa.
Nos levantamos sigilosamente y nos escabullimos hacia la calle, la puerta del garaje se cerró tras nosotros. Me detuve un momento para recordar el camino que había hecho antes y luego los dos salimos corriendo. Debíamos alejarnos lo más posible antes de que descubrieran la fuga del violinista y eso no nos dejaba mucho tiempo. Haciendo un gran esfuerzo fui desandando el camino. Al girar una esquina, me encontré con la bicicleta que yo misma había abandonado poco tiempo antes, “¡Genial!” pensé, pero entonces oímos el ruido de un motor acercándose a toda velocidad, nos escondimos tras unos cubos de basura, temblando, el coche pasó a nuestro lado pero no pareció percatarse de nuestra presencia. Esperamos un tiempo prudencial y salimos de nuestro escondite, me monté en la bicicleta y él subió tras de mí, aun estaba débil. Pedaleé con todas mis fuerzas.
Al fin salimos a una calle principal y pude orientarme correctamente, “un lugar seguro” me dije para mis adentros “¿Dónde podríamos ir?”
— ¿Puedes ir hasta el Mandarake? —me dijo
—Sí —dije tras calcular mentalmente el trayecto
—Es la tienda de un amigo mío, nos ayudará.
Esquivé personas y torcí esquinas a toda velocidad hasta que llegamos a la tienda. Entramos, el dependiente se acercó a nosotros.
— ¿Puedes ir a buscar a Neku? Soy un viejo amigo suyo.
Nos miró y luego fue a la trastienda.
—Por cierto…— le dije—aun no se tu nombre.
—Jack, ¿y tú? — la sonrisa había vuelto a su rostro.
—Victoria.
—Mmm…— se quedó pensativo— tu nombre me es familiar, ¿seguro que no nos conocemos?
Lo pensé por un momento pero, antes de que me diera tiempo a contestar, el dependiente llegó seguido de una extraña persona. Era un chico apuesto, su pelo negro crecía despeinado, tenía un ojo marrón y el otro azul y sus ropas estaban muy fuera de lo común, sin embargo, se veían naturales en él. 

jueves, 13 de diciembre de 2012

Sonrisas 2ª parte


Miró a su alrededor, había perdido a sus perseguidores, pero sabía que pronto la encontrarían. El camino que había seguido terminaba abruptamente en un alto precipicio. Se asomó, no podía ver el fondo, una densa niebla lo cubría, pero había mucha caída, era una muerte segura.
Comenzó a escuchar pasos  gritos a lo lejos, casi la habían alcanzado. Sabía que lo que ellos querían hacerle era peor de lo que pudiera imaginar. Se encontraba allí, a un paso de la muerte, y ni siquiera dudo por un momento, se colocó de espaldas al abismo y, justo cuando el primer hombre llegó a su vista, sin darles tiempo a acercarse para impedírselo, sonrió, alzó los brazos al cielo y se dejó caer en las garras de la muerte. Sus ojos se iluminaron y, consciente de su precipitado final, se sintió libre al fin desde que llegara a aquel despiadado mundo no más cruel que la propia muerte

jueves, 6 de diciembre de 2012

El Violinista 1ª parte


Apenas tenía diecisiete años en ese entonces. Todos los días, en el instituto, tenía una hora libre y, para pasar el tiempo, me iba a la estación de autobuses y me sentaba en la sala de espera. Allí, en el centro de la sala, entre los bancos, había un violinista. Era un joven genio, me encantaba su música. Así que todos los días iba allí y me sentaba a escucharle durante una hora, a veces incluso me saltaba clases para quedarme más tiempo.  El violinista era más o menos de mi edad, puede que un poco mayor, tenía el pelo de color café y le caía bellamente sobre los hombros; sus ojos eran de un hermoso color verde oscuro, dulces y cálidos; se iluminaban cuando tocaba y mostraban fielmente los sentimientos de la música.
La gente cambiaba, pero él siempre seguía allí, erguido, tocando bellas canciones para entretener a la gente de paso, y yo siempre allí, observándole, sin darme cuenta, quizás, de que estaba siendo absorbida inconscientemente por él. Nuestros ojos se encontraban a veces, y entonces yo bajaba la mirada ruborizada y él se giraba turbado.
Aquel día la estación estaba especialmente abarrotada y viajeros con prisa corrían de aquí para allá. Una mujer pasó a su lado, empujando el atril que sujetaba sus partituras; los papeles salieron volando y se esparcieron  por el suelo. La mujer se disculpó con un fugaz “lo siento”  y siguió corriendo, sin detenerse si quiera un momento, yo me levanté y comencé a recoger las partituras, la música se había detenido, él también recogía partituras, me agaché a por la ultima hoja que quedaba en el suelo, el titulo rezaba: “FRITZ KREISLER - Liebeslied”. Cuando me levanté me encontré de frente con aquellos bellos ojos verdes y con una sonrisa perfecta me dijo “Gracias”.
En aquel momento se me detuvo el corazón, dejó de latir por un instante, supe que él era el hombre al que amaba, al que amaría siempre, pero yo era cobarde en ese entonces. Me sonrojé, “de nada” le dije y, temblando, me senté otra vez. Él colocó sus partituras y  comenzó a tocar otra vez, la pieza era la de la última partitura que yo había recogido. Me estremecí, temblando miré la hora, me di cuenta de que debía irme, pero aquella canción era para mí, lo notaba. Aquella vez él no dejó de mirarme, la ternura de sus ojos aumentaba  y me atrapó con su mirada, me perdí en aquellos ojos verdes, me quedé inmóvil y dejé que la música fluyera, que entrara en mi interior. La última nota vibró un momento en el aire y luego se apagó como la llama de una vela. Sentí que me ahogaba y me di cuenta de que había dejado de respirar; tomé aire y el hechizo se desvaneció. Me levanté, intentando mantener la calma, y salí a la calle. Cuando estuve fuera de su campo de visión, no pude aguantar más y salí corriendo hacia mi instituto. No pude concentrarme en las clases, en mi mente solo estaban aquellos ojos verdes, esa perfecta sonrisa y podía escuchar en mis pensamientos aquella hermosa melodía.
Al día siguiente volví a la estación. Cuando estaba entrando vi que el violinista se alejaba del asiento donde siempre me sentaba yo, cuando me acerqué vi que había un papel en mi sitio, lo cogí y me senté, era la partitura de “Liebeslied”, me sonrojé. Me di cuenta de que había algo escrito en la otra cara del papel,  le di la vuelta, “mañana a las 5:30 en la puerta de la estación”, lo releí incrédula, no podía creer que aquello fuese verdad. Le miré, sus ojos me confirmaron que aquella nota era para mí y no para cualquier otra, me sonrojé.
Aquel día apenas pude concentrarme en la música, estaba demasiado turbada, y la hora de marcharme llegó de pronto. En clase, aquel día, tampoco pude prestar atención. Durante toda la tarde estuve encerrada en mi habitación, leyendo y releyendo, una y otra vez, aquella nota mientras escuchaba la hermosa melodía de la partitura.
Salí de mi casa, me dirigí a la estación. A las 5:20 ya estaba en el lugar acordado, me oculté tras unos arbustos, quería ver cuáles eran sus intenciones, escondida allí le vi llegar, llevaba una rosa en la mano; se quedó de pie en frente de la puerta y miraba alrededor ¡era tan adorable! Se percibía el nerviosismo en sus verdes ojos que se movían inquietos de aquí para allá y se apartaba el cabello de la cara una y otra vez. Ya eran y media así que salí de los arbustos sin que me viera y me dirigí hacia él; me miró, sus ojos se iluminaron de felicidad. Tras él había dos hombres vestidos completamente de negro, uno de ellos alzó la mano y le golpeó en la nuca, el violinista se desmayó y antes de que cayera al suelo el otro hombre le cogió y le arrastró hasta un coche cercano. Yo me había quedado helada y no pude reaccionar, aunque tampoco habría sabido qué hacer. Cuando cerraron las puertas del coche, yo salí corriendo hacia él, pero se puso en marcha y se mezcló rápidamente con el tráfico. Le seguí, sería una tontería descubrirme ahora por lo que corrí tras él intentando disimular. Se detuvo en un semáforo, lo que me dio tiempo a alcanzarlo, luego se puso en marcha de nuevo.
— ¡Hola!—un chico de mi clase me había visto, iba en una bicicleta y se había parado a mi lado.
— Tengo…un poco de prisa, ¿puedes dejarme tu bici? Te la devolveré, lo prometo— le dije suplicante y casi sin aliento.
—Vale— me dijo sorprendido— ten— me dio la bicicleta y me miró extrañado.
—¡¡¡Muchas gracias!!!—exclamé.
Me monté en la bicicleta, localicé el coche entre los otros y pedalee con todas mis fuerzas para alcanzarlo, por suerte  había algo de tráfico y pude seguirlo, aunque con dificultad, por las calles de la ciudad. Empezó a meterse por calles más estrechas, desiertas, era demasiado sospechosa así que deje la bicicleta apoyada en una esquina y pedí perdón interiormente al chico que me la había prestado; fui ocultándome tras los contenedores, las esquinas y los escasos coches aparcados.
El coche se detuvo frente a una puerta de un garaje. La puerta empezó a abrirse y el coche desapareció dentro, en la oscuridad. Me acerqué y en el último momento me colé antes de que se cerrara. Cuando la última rendija de luz desapareció, me sumergí en la más absoluta obscuridad por unos momentos, hasta que mis ojos se acostumbraron y pude distinguir vagamente el camino; palpando la pared avancé, bajando. Cada vez era capaz de percibir con mayor nitidez el camino, llegué a un garaje completamente vacío, salvo por el coche negro que había estado siguiendo, me acerqué sigilosamente y me asomé por la ventanilla, pero ya no había nadie dentro.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Sonrisas 1ª parte


Todo aquello estaba acabando con ella, se preguntaba que habría hecho para que el universo la castigara de aquella manera. Sentada en aquel banco, en medio de aquel parque desierto, rodeada de arboles, las lagrimas recorrían sus mejillas y su expresión se deformaba por el llanto. Entre sus blancas manos sostenía una pequeña pistola. Estaba cargada, ella misma había metido en la recamara cada pequeña bala hasta llenarla por completo.
Se estaba perdiendo a sí misma, y aquello era lo único que le quedaba, a había perdido todo lo demás. Solo tenía con ella su arrepentimiento por que,  al fin y al cabo, todo aquello era culpa suya, de sus errores, de sus decisiones. No tenía sentido echarle las culpas al destino o l universo, ya que ella misma se lo había buscado.
Y, si ella se había metido allí, ella era la única que podría librarla de aquel sufrimiento. Solo quedaba una salida. Quizás era algo radical, pero era su último recurso, ya no tenía nada por lo que luchar allí. Alzó lentamente el arma de sus rodillas  la colocó en su sien. Una gota callo en su mano y fue seguida de otra y otra y otra más, de pronto llovía a raudales.
Se escucho un disparo, el golpe seco del cuerpo contra el suelo y el batir de alas de cientos de aves que huían asustadas por el fuerte ruido. La sangre brotaba creando un charco y empapando el negro pelo de la joven y, por primera vez en mucho tiempo, la sombra de una sonrisa cruzaba su cara.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Reconciliación


Kirtash llegó, después de una larga temporada fuera, a la casa donde vivían la persona a la que amaba y el que había sido su enemigo. Pero allí solo encontró al dragón, a Jack, que andaba muy atareado de un lado a otro de la casa. Cuando le vio, Jack fue hacia él para saludarlo.
—Así que has venido— le dijo con su habitual y cálida sonrisa.
—Por supuesto—Kirtash parecía algo ofendido por la duda— no podía perderme su cumpleaños, por cierto… ¿Dónde está?
—Quería prepararle una sorpresa, me ha costado bastante que se fuera con los niños a ver a Shail, menos mal que no viniste antes, si te hubiera visto no habríamos sido capaces de alejarla de aquí volverá mañana. Ahora podrás ayudarme… si no te importa claro—le miró interrogante
—Bueno… es para victoria, no podría negarme
Cuando se trataba de ella su frialdad se apagaba un poco, se revolvió la oscura melena mientras miraba a Jack, cuyos ojos se habían iluminado de alivio y alegría.
Entre los dos arreglaron toda la casa, la decoraron, hicieron una enorme tarta y dejaron preparada la comida para el cumpleaños, cuando acabaron ya estaba anocheciendo y ambos estaban exhaustos.
— ¡por fin! —Exclamó Jack tirándose al sillón —pensé que no acabaríamos nunca
—Completamente de acuerdo—coincidió Kirtash sentándose, con la elegancia que le caracterizaba, a su lado
— ¿Quieres algo de beber? —le preguntó mientras se incorporaba
—No bebo, no quiero que mis sentidos se confundan…
— ¡Vamos hombre! Ni que te fuera a emborrachar— dijo Jack riendo y trajo una botella y un par de vasos y los puso en la mesita que estaba delante del sillón —es *****, un licor de aquí. No te preocupes, no es fuerte
Sirvió en ambos vasos y el dragón y el shek charlaron por primera vez en mucho tiempo, si es que alguna vez habían llegado a charlar de esa manera. Antes de que se dieran cuenta la noche había caído y faltaba la mitad del contenido de la botella.
—Es curioso que Vic se enamorara tanto de dos personas tan distintas— dijo Jack
—Bueno… quizás no seamos tan distintos—le respondió el shek mirándole a los ojos— ambos nos enamoramos de ella
—Tienes razón—admitió riendo
Cuando sus ojos se cruzaron con los de Kirtash un escalofrío recorrió su espalda, pero algo había cambiado, ya no era como cuando eran enemigos, en los ojos del shek no había tanta frialdad, había desaparecido su odio hacia Jack. Aquel escalofrío significaba algo que Jack no alcanzó a comprender en aquel momento, pero era agradable, ese frio a través de su calor, el hielo entre el fuego. También Kirtash reaccionó, noto algo cálido en su interior, sintió que su capa de hielo estaba siendo derretida suavemente, aunque sin destruirle.
La cara de Jack estaba completamente roja, pero no era culpa del alcohol, se había quedado embobado mirando las afiladas facciones de Kirtash. Mientras tanto, el shek intentaba contenerse y no perder la cabeza, lo cual le resultaba realmente difícil en aquellos momentos, sus ojos de hielo recorrían la cara del dragón, buscando la razón por la que lo había odiado, pero no la encontró, en su lugar vio un chico apuesto de mirada cálida y tierna y rubios cabellos que se alborotaban alrededor de su cara.
Sin darse cuenta ambos se habían ido acercando para observar mejor y, de pronto, se encontraron cara a cara, a escasos centímetros, Jack había bebido bastante más que Kirtash y, por un momento se le fue la cabeza, un deseo irrefrenable de acercarse más a Kirtash se apoderó de él. Y a su vez el shek deseó abrazar al dragón, atraerlo contra su pecho, todas las diferencias y prejuicios que les instauraban sus respectivas razas y el odio mutuo que, se suponía, debían sentir había desaparecido, ahora los que habían sido los peores enemigos se encontraban abrazados en un sillón. Se miraron de nuevo a los ojos y comprendieron, a la vez, que ambos querían lo mismo. Sus labios se unieron en un beso que lo cambiaria todo, el hielo y el fuego, en vez de pelear como siempre lo habían hecho, se acariciaban mutuamente, jugueteaban, se entremezclaban. Por unos instantes el fuego se congeló y el hielo ardió, sin embargo ninguno de los dos desapareció o se transformó, cada uno se rodeaba del otro cariñosamente, pero también apasionadamente.
Kirtash despertó con el sol, a la vez que los pájaros y demás animales que rondaban fuera, cuando abrió los ojos lo primero que vio fue la cara del dragón, sonriente, que dormía a su lado y por alguna razón eso le arrancó una de sus medias sonrisas, no pudo contenerla. Se levantó desnudo de la cama fue hasta el balcón y  observó el despertar de aquel lugar. Aquella casa, de formas redondeadas, tan parecida a la de Limbad había sido testigo de la reconciliación de las razas más poderosas de Idhun. Percibió a victoria, aun estaba lejos pero se acercaba. Volvió a entrar se vistió y despertó a Jack.
—ya viene
Los dos se arreglaron y bajaron a recibir a victoria, venia acompañada de Shail. Cuando les vio salió corriendo hacia ellos y ambos la abrazaron y la levantaron del suelo.
— ¿Qué os pasa? —Dijo sorprendida— es raro veros tan juntos
—Podría decirse que hemos arreglado los problemas que nos separaban— Kirtash miró a Jack y le giñó un ojo mientras lo decía

domingo, 5 de agosto de 2012

Ilusiones


Llegó a su casa, tarde, después de un largo día. Se internó en la oscuridad y llegó a tientas a  la cocina, bebió agua y luego palpo la pared hasta dar con la puerta del baño. Cuando la abrió, la escasa luz que entraba desde la ventana, apenas le dejaba ver las cortinas de la bañera casi completamente cerradas, y se reflejaban vagamente en el espejo. Encendió la luz, y un torrente de imágenes inundó sus ojos, marcas de manos ensangrentadas en el espejo,  la bañera casi rebosante de lo que parecía sangre diluida en agua, medio flotando asomaba una cabellera, que bien podría ser la de su madre, y algunas partes de un cuerpo humano. Sacudió la cabeza y abrió los ojos, la monótona oscuridad del baño continuaba invariable,  las cortinas se mecían suavemente con la brisa que entraba por la ventana. Y, entonces, encendió realmente la luz para encontrarse con su habitual baño de bañera blanca y baldosas azules. Como siempre, las alucinaciones se habían apoderado de ella, aquel catastrofismo suyo le había dado los mayores sustos de su vida, pero llegado a un punto se había acostumbrado. Cada día las escenas más macabras pasaban fugaces por su mente para dejar paso al momento a una realidad rutinaria y absolutamente normal que, a veces, se le antojaba aburrida. Pero al fin y al cabo, aquella era su realidad.

sábado, 7 de julio de 2012

Hª de Shairus cap.1


Capitulo 1: Distorsión
Era una noche cualquiera, despejada, estrellada, fría y sin luna. Todos los adolescentes del instituto del pueblo habían acabado sus estudios y se disponían a celebrarlo en la fiesta anual en la playa que se celebraba en Barith.
Estaban todos rodeando la gran hoguera, cuando una luz que nadie pudo ver cruzó el cielo.
La fiesta continuaba, pero había alguien que no se divertía, que se quería ir de allí cuanto antes. Cerca de la hoguera había un chico alto, con el pelo moreno un poco largo y los ojos Marrones, normalmente cálidos aunque ahora se asemejaban más a témpanos de hielo.
Todos estaban terminando de cenar o dándose el baño nocturno, pero él no tenia ganas, quería irse a su casa, con sus verdaderos amigos, no con esa pandilla de adolescentes descontrolados sin ningún sueño.
Él vivía en Turaich, la ciudad más cercana, pero se vio obligado a viajar al pueblo por motivos de los cuales no quería hablar.  Sus verdaderos amigos, los que dejo atrás, eran los únicos en los cuales confiaba.
Estaba sumido en sus pensamientos cuando gritos de alarma le hizo reaccionar, dirigió su mirada hacia la playa a tiempo para ver como una luz blanquecina se movía de forma serpenteante a pie de playa, haciendo salir con gritos de terror a todos sus compañeros.
— ¿Pero que…?—Se puso en pie frente a la hoguera y fijo la vista en la luz que se movía como si…— ¿Esta intentando salir del agua?— Su voz sonó incrédula, pero había un matiz de triunfo. Por fin iba a descubrir la razón por la cual se fue de Turaich
La playa ya estaba totalmente desierta, se acercó sin miedo a la luz y extendió una mano hacia ella, que ahora se había puesto a hacer cirulos lentamente.
— ¿Qué haces Shay?— Shairus se sobresaltó visiblemente, se irguió y de reojo vio como la luz  se quedaba inmóvil y bajaba su intensidad hasta casi desaparecer.
— ¡Ah, hola Mark!—Le saludó aun con los nervios a flor de piel— Todos se han ido, así que estaba pensando en darme un baño
Mark era un chico bajito, con cara de rata, era el gracioso de la clase y, aunque a mucha gente le fastidiaban sus bromas, era muy querido. Su pelo Castaño le daba un aire adolescente que sabia usar en su beneficio muy bien.
Le miró extrañado, Shairus pudo ver en sus ojos que no le había creído, pero le dio lo mismo, quería que se fuera y estaba un poco impaciente.
—Venga tío, vente— Le dijo sonriente— La fiesta se ha trasladado al campamento y se está genial— Shairus iba a responder que no tenia muchas ganas, pero las palabras se le quedaron en la garganta, sintió como algo subía por su pierna.
Bajo la vista disimuladamente, se le corto la respiración al ver como la luz que había visto en el mar estaba ascendiendo por su pierna, aunque solo vio una especie de cosa transparente moviéndose. Mark lo noto y también bajo la vista, pero no vio nada.
— ¿Qué...?—iba a decir Mark, pero calló al ver que Shairus se arrodillaba. — ¿Shay?
Shairus notaba como la cosa esa iba ascendiendo en su cuerpo y se introdujo en su boca, lo que le produjo una arcada inicial y sus piernas flaquearon.
Todo estaba tan iluminado que dolía abrir los ojos, todo blanco, sin nada de color, sin nada que ver, solo luz infinita. De entre esa luz una voz le habló, era una voz suave y clara, pero también vieja y culta.
“Hola Shairus, me alegra volver a hablar contigo”
— ¿Qué quieres decir?— Pregunto  extrañado Shairus, no le sonaba esa voz pero el parecía que si le conocía. — ¿Quién eres?
“Sabes quien soy, al fin y al cabo no puedes olvidar tus orígenes tan fácilmente”
Esa respuesta despertó algo en su interior, un viejo recuerdo:
Se encontraba en lo que parecía un templo,  un grandioso altar con una piedra azul brillante en su extremo. Pudo recordar como con menos de cinco años, le habían llevado al altar y como un fuego azul había salido de la piedra para chocar contra su pecho, haciéndolo desaparecer.
“Veo que lo has recordado”
La voz parecía cada vez más cercana, pero Shairus no prestaba atención, seguía recordando. Recordaba haberse convertido en luz y cruzar el cielo, vio mas luces, pero se distanciaron y las perdió de vista.
Entonces, tal y como todo había comenzado la luz desapareció y le inundo la oscuridad, sintió entonces como unas manos le golpeaban la cara
— ¿Shay?—Preguntaba un Mark asustado arrodillado a su lado mientras le daba pequeñas bofetadas— ¿Shay estas bien?— Su voz se tranquilizo cuando vio que estaba abriendo los ojos, le ayudo a incorporarse
— ¿Qué ha pasado?—Intento preguntar, pero no le salieron las palabras, se dejo ayudar para levantarse, pero se tuvo que apoyar para evitar caerse ya que le flaqueaban las piernas.
Mark lo sujeto y lo llevo hasta el banco mas cercano donde ambos se sentaron, Shairus cubrió su cabeza con las manos apoyando los codos en las rodillas, se sentía muy mal; estaba mareado, confuso y asustado.
Pasados unos minutos, durante los cuales ninguno de los dos dijo nada,  Shairus se levanto despacio, se seguía sintiendo mal pero era hora de moverse. Se giro hacia Mark que estaba pensativo.
— ¿Qué ha pasado?—Le pregunto, Mark lo miro confuso y un poco asustado, se ve que no se había visto nunca envuelto en una situación semejante y aun estaba en shock. Al ver que no respondía insistió — ¿Mark?
—No lo se…— Dijo despacio, parecía que iba a vomitar en cualquier momento— Estábamos hablando normal, te has caído de rodillas y te has caído…—Por su cara cruzó una mueca de temor— He intentado reanimarte pero no respondías
Shairus se quedo callado, dejándole continuar, presentía que  no había sido tan normal como sonaba y no se equivocaba.
—Te tumbado en la playa…—Entonces sonrió casi sin ganas— No pienses mal— Seguía intentando reanimarte cuando has dicho “Esta en Shilfos” varias veces. Sonrió— Creo que delirabas.
Shairus también sonrió, pero su mente era un caos ¿Shilfos? ¿Qué era eso? Dio por hecho que era un lugar, pero desconocía donde se encontraba, ni siquiera entendía porque tenía la urgencia de encontrarlo.
Mark se levanto también, se estiró y habló ya mas tranquilo.
— ¿Vamos a la fiesta? Si tardamos un poco mas pueden pensar cosas raras— Esta vez ambos sonrieron con ganas y se encaminaron hacia el lugar donde había continuado la fiesta.
Cuando llegaron notaron gran ambiente, pero él no tenia ganas de fiesta. Perdió a Mark de vista casi antes de llegar a la casa, seguramente arrastrado al medio de la fiesta por sus amigos.
Se sentó en un sofá individual de color rojo, bastante cómodo y se recostó. Observó como toda su clase iba y venía de la cocina, los baños y los dormitorios, que estaban en el piso de arriba. Se fijó en la decoración de la casa, era rústica con muebles de madera brillante, todo muy bonito, o eso debía ser ya que ahora estaba todo cubierto por restos de comida y bebida derramada, lo que había provocado un considerable rastro de servilletas al intentar, en vano, cubrir la torpeza de adolescentes bajo los primeros efectos del alcohol.
Vio desde su posición la sala de estar, que había sido desamueblada para convertirla en una pista de baile, ahora estaba oscura iluminada por pequeñas luces de colores mientras se escuchaba la música de moda. Paseo su mirada sobre la pista vio a parejas bailando, lo normal, las chicas motivadas y los chicos con el baso en la mano balanceándose y haciendo movimientos que despertaban las risas de todos a su alrededor que les animaban e imitaban.
—Hola Shay— Le saludo Gabriel, un chico no muy alto, delgado, con la piel clara, y el pelo rubio oscuro y siempre estaba alegre, aunque no eran muy amigos si simpatizaban, se habían ayudado con los estudios varias veces. Iba en compañía de un chico nuevo, al ver que se había fijado en él lo presento— Este es Isaac
Saludo a ambos y mantuvieron una breve conversación, pero se veía que querían tener una conversación mas “intima”. Cuando se despidieron vio como se iban al rincón mas alejado de él, que estaba en penumbra y comenzaban primero a mirarse con intensidad y luego a besarse hasta terminar en un abrazo en el cual no se podía distinguir donde terminaba uno y comenzaba el otro.
Los miro por unos instantes y aparto la vista para observar la casa,  se sorprendió entonces de lo grande que era, pues a pesar de ser casi treinta compañeros no estaban apiñados como había sucedido los años anteriores.
Volvió a fijarse en el intercambio de fluidos bucales que tenia lugar entre Gabriel e Isaac, sentía total indiferencia por lo que veía, pero sus caricias llamaron la atención de otros compañeros, los cuales comenzaron a burlarse señalándoles, insultándoles y riéndose, ellos se miraban sin moverse. Shairus pudo observar como uno de sus compañeros, que estaba bastante tocado por los efectos del alcohol, cometía el error de agarrar a Gabriel y tirarle al suelo.
— ¿Qué?—Dijo Mathew totalmente ebrio— ¿No quieres a un tío bien hecho en lugar de este piltrafa?— señalo a Isaac que estaba paralizado, aunque podía verse una vena hinchándose en su sien
Todo el mundo estaba alrededor de ellos, asique se vio obligado a levantarse. Sabía de sobra que en el caso de que la cosa se sobrepasara ninguna de entre esa panda de cobardes haría nada.
Y no se confundía, para cuando llego vio a Isaac y a Gabriel en el suelo siendo insultados y escupidos por sus propios compañeros, los cuales se habían crecida gracias al descaro de Mathew.
Isaac estaba rojo de rabia mientras se quedaba quieto, temblando de rabia. Gabriel por su parte tenía los ojos llorosos, levanto la vista a tiempo de encontrarse con unos ojos azules, que pasaban de la curiosidad a la ira y de la ira al odio. Sentía como una ira descomunal le hervía por dentro. Mathew cometió el error de amagar una patada contra Gabriel, que cerró los ojos con fuerza.
En el instante en el que amagó la patada, Isaac reaccionó, ya cansado. Sus pequeños rizos se movieron veloces cuando se levanto con gran agilidad, cerro el puño con fuerza y le dio un golpe en plena nariz. Mientras Mathew se tambaleaba y ante los rostros atónitos de todos los presentes Shairus se puso en movimiento. Agarro con furia al tambaleante Mathew por la espalda.
—Basta ya de tonterías— Gritó casi con furia, levantó cinco centímetros a su compañero en el aire y le lanzo contra el suelo, no fue a parar muy lejos, pero entre el golpe de Isaac, los efectos del alcohol y el zarandeo de Shairus fue suficiente para evitar que se levantara. Resoplando de ira se acercó a Gabriel, pero ya estaba siendo ayudado por Isaac. El alcohol ya estaba haciendo mella en los presentes y uno de los amigos de Mathew se lanzo contra Shairus, que lo esquivó con facilidad y le dio un golpe en la nuca con la mano de lado.
Algo extraño paso entonces, sintió un intenso pero brevísimo frio en el borde de la mano, justo con la que había pegado, pero no le dio importancia.
—Basta ya de tonterías— Volvió a repetir, miro al responsable de la casa— O paras tu esto, — Entrecerró los ojos intensificando su mirada— o se descontrola.
Todos percibieron el peligro en las palabras de Shairus, ninguno conocía bien a ese chico marginado que apenas hablaba con nadie. Y, al contrario que todos los presentes, no había ingerido nada de alcohol.
— ¿Pero que dices, chaval?—Le gritó uno totalmente ebrio— ¿Y que pretendes hacer? ¿Pegarnos a todos?— Shairus estaba fuera de si, esa panda de idiotas no iban a intimidarle. Volvió a sentir el frio en su mano y su mente viajo a gran velocidad.
La piedra azul brillante estaba en su mano, una intensa luz la cubría y una marca apareció en su palma. Tras unos minutos  de silencio le acercaron al agua, cuando metió su mano en el agua esta se congelo de inmediato.
Volvió a sentir esa frialdad en la mano, estaba brillando como la cosa que se había encontrado en la costa. Lejos de asustarse se metió la mano en el bolsillo y agarro una piedra que había cogido en la playa. Sintió como se deshacía  en su bolsillo.
— ¿Por qué no?— Respondió. Sacó la mano del bolsillo y la dirigió al sofá donde estaba sentado hacia lo que parecía una eternidad. Cuando la palma de su mano abarco el espacio que ocupaba el sofá cerro la mano, acto seguido el sofá se cubrió de una capa de hielo y exploto golpeando a los presentes con esquirlas de hielo que hicieron pequeños cortes a mas de uno.
Las chicas gritaron y salieron en masa de la sala, muchos otros las siguieron asustados, pero en otros el alcohol había borrado todo rastro de cordura. Se quedaron en el sitio, petrificados. Sin mediar mas palabras y apenas consciente de lo que acababa de hacer se giro y se dirigió hacia la salida donde se encontraban ya Isaac y Gabriel, que no habían visto nada.
Pero no llego a la puerta de entrada, un vaso le impactó en la espalda y le hizo encorvarse de dolor, se giró a tiempo para ver como Mathew se había levantado y le había lanzado su propio vaso
Shairus se acercó a él con rapidez, le cogió la cara entre sus dos manos y le obligo a mirarle a los ojos. Unos ojos verdes con las pupilas dilatadas por el alcohol se encontraron con unos ojos azules fríos como el hielo.
—Mírame Mathew—Le ordeno Shairus con voz profunda— Mírame, observa y disfruta.
Los ojos de Mathew quedaron prendidos de los azules, su mente comenzó a trabajar con rapidez sin apartar los ojos, entonces un gran temor inundo su cuerpo, quería correr, huir de ese horror, pero seguía ligado a los ojos azules de Shairus.
Shairus vio como los ojos de su compañero se estremecían de terror y como su cuerpo quería irse aunque su mente no le respondiera. Cuando le soltó, Mathew callo al suelo, se encogió sobre si mismo y no se volvió a mover en mucho tiempo.
Sin añadir nada mas, ni mirar a nadie, se fue con los otros dos. Le estaban esperando sentados en la puerta, Gabriel aun tenía los ojos enrojecidos. Cuando salió ambos levantaron la mirada, pudo ver agradecimiento en los ojos de Isaac, pero le sorprendió ver desconcierto en los de Gabriel.
—Gra…—iba a decir Isaac, pero Shairus le interrumpió
—No digas nada, esa panda de idiotas no van a hacer algo que me molesta delante mía…—Sonrió un poco— Además, les tenia ganas desde hacia tiempo.
Gabriel se levanto y miro a Shairus a los ojos y su cara paso del desconcierto a la sorpresa
— ¿Qué eres tu?—La pregunta les sorprendió a todos, Shairus lo miro con el entrecejo fruncido y cara de extrema confusión— Tus ojos— dijo señalándolo— Eran marrones ¿no?
Shairus se rio
—Claro que son marrones, de toda la vida— No entendía nada, entonces Isaac también puso cara de desconcierto
— ¿A si?—puso mueca de concentración, como si tratara de recordar algo— ¿seguro?
Ese juego comenzaba a cansarle, el frio de la mano había desaparecido y su mente aun luchaba por no pensar en lo sucedido
— ¿Qué quieres dec…?—Se había girado hacia el cristal, su rostro estaba allí, pero no eran sus ojos los que le devolvían la mirada, sino unos ojos azules frio y oscuros— ¿Pero que…?


martes, 3 de julio de 2012

El error de la ciencia


Los conocí bajo extrañas circunstancias, no lo recuerdo bien, pero eran un grupo extraño. Hiro era el líder, por llamarlo de alguna manera, era un chico de unos 19 años, con melena negra que le caía sobre los hombros, era muy apuesto; alto, delgado y se movía con la elegancia de un cisne. Junto a él siempre andaba una chica, Nya, algo más joven, de grandes ojos felinos y largo pelo morado, algo en su forma de moverse la hacía parecer un gato. En su cuello, oculto en su melena, siempre estaba Neko, un gato con pelaje de similar color al pelo de la chica. También los acompañaba Jack, un chico rubio de hermosos ojos verdes. Y luego estaba yo, no hacía mucho que los conocía y a veces parecía fuera de lugar, pero ellos me trataban cálidamente, me hacían sentir que formaba parte del grupo.
Nya y Neko tenían una función en el circo de la ciudad. Hiro era su representante. Jack y yo habíamos ido a verles aquel día, nos sentamos con Hiro entre el público y vimos a Nya y a Neko saltando de un lado a otro de la pista, haciendo trucos, malabares y piruetas. Cuando salimos nos reunimos todos, Nya y Hiro parecían muy serios, miraron a Jack y el asintió.
— ¿Qué os pasa? — estaba preocupada
— La hora se acerca, debemos enseñarte un lugar
— ¿La hora? ¿De qué?
— No podemos hablar aquí
Fuimos hasta el aparcamiento y montamos en el coche de Hiro, un todoterreno negro de aspecto imponente. Nos llevó fuera de la ciudad y se internó en el bosque cercano. Campo a través llegamos hasta un claro del bosque con un gran árbol en el centro que, aparentemente, era igual a los demás, salvo por el tamaño. Sin embargo cando llegamos al pie pude apreciar un extraño brillo metálico entre la madera. Hiro se acercó más y palpó la corteza hasta dar con un pequeño agujero, sacó de su bolsillo una pequeña llave y la introdujo. Entonces la madera se apartó, dejando a la vista la entrada a una pequeña cabina. Entramos y la madera regreso a su posición dejándonos totalmente a oscuras por unos momentos, la cabina comenzó a descender. De pronto se detuvo y se abrió una puerta dando paso a una sala circular, de aspecto metálico, había repartidos sillones y un televisor, estaba bien iluminada y en la pared se abrían puertas, muchas puertas, cuyos destinos eran aun desconocidos para mí. Una de esas puertas estaba entreabierta, y dejaba ver al otro lado una agradable cocina.
Nos sentamos en los sillones.
—Impresionante— fue lo único que se me ocurrió
—Podría decirse que es nuestra guarida secreta. Si todo hubiera ido bien no tendrías por que conocer esto, o al menos no en estas circunstancias, pero se les ha ido de las manos, no han sabido cuando parar y la investigación ha ido demasiado lejos.
— ¿Investigación sobre qué? —no entendía que querían decir con aquello
—Zombies— me quedé helada—estaban investigando, querían hacer más resistentes a los soldados, hicieron pruebas con humanos… ya ahora… se ha descontrolado, los sujetos de prueba se han convertido en monstruos, solo es cuestión de tiempo que escapen.
Nos levantamos y me llevaron hasta una de las puertas, en su interior había una habitación, no era muy grande, pero era acogedora.
—hay mas como esta, pero no para todo el mundo— la rabia se encendió en el fondo de los ojos de Hiro y esa rabia escondía en el fondo impotencia.
—¿Por qué no habéis avisado antes a la gente? Podrían haberse puesto a salvo.
— ¿Qué crees que pasaría si fuéramos por ahí diciendo que se acerca un apocalipsis zombie?— pensé por un momento, pero no me dio tiempo a contestar—la mayoría no nos creerían, y los que lo hicieran entrarían en pánico. Además, teóricamente es un secreto del gobierno, si lo desveláramos seguramente nos buscarían y se desharían de nosotros.
—Tienes razón—dije agachando la cabeza— creo que si hubiera sido otra persona la que me lo hubiera dicho no la hubiera creído
—Gracias—me dijo Nya
— ¿Por qué?
—Por confiar en nosotros— me sonrió, pero había en ella una extraña mezcla de aprecio, preocupación y enfado, enfado con las personas que habían provocado todo aquello—sigamos
Mientras caminábamos hacia la siguiente habitación Jack me dijo:
—Como comprenderás no vamos a enfrentarnos a ellos a mano vacía, en aquella sala tenemos lo necesario para protegernos y proteger a los que podamos.
Llegamos a la puerta y cuando la abrieron pude ver al otro lado una amplia habitación repleta de estanterías en las que descansaban armas, muchas armas de todos los tipos y tamaños. Hiro se adentro entre las estanterías buscando algo,  cogió un pequeño machete y me lo dio.
 —Aun no ha empezado y no queremos que nos detengan antes de tiempo, así que solo puedo darte esto por si acaso, intenta camuflarlo.
Lo cogí y me lo até a la cintura, mi abrigo era largo así que quedaría oculto
— ¿Vives con tu madre no?
—Si
— ¿No tienes más familia?
—No…—prefería no hablar del tema
—Vaya… lo siento… De todas formas deberías traerla aquí
Terminaron de enseñarme la guarida y luego volvimos a la ciudad.
Cuando llegué a mi casa no había nadie, llamé a mi madre y me dijo que llegaría pronto asique me quede observando desde el bacón, al cabo de un rato apareció, iba hablando por teléfono y se detuvo en la acera, la observé, charlaba animadamente con alguien, ajena a su alrededor. De pronto me di cuenta de que se acercaban a ella unas personas extrañas, los tres sujetos andaban lentamente, medio encorvados. Me sentí impotente, desde allí no podía hacer nada y parecía que iban hacia ella. De pronto algo desvió su atención y cambiaron de rumbo, bajé a toda prisa y cuando llegué donde estaba ella la cogí del brazo y tiré de ella.
— ¡sube! —Le dije— ¡rápido! Y quédate allí, cierra la puerta y no abras a nadie
Una chica agarró fuertemente el brazo de mi madre, estaba muy pálida y había una extraña expresión en su cara la golpeé y retrocedió un poco aflojando su agarre, tire de mi madre liberándola por completo y las dos corrimos hasta el portal, cuando me asegure de que entraba sana y salva Salí corriendo, tenía que avisar a Hiro y los demás.
Fuimos hacia mi calle en el poderoso coche de Hiro. En la entrada el asfalto se había hundido y estaba inundado de agua turbia surcada por venas negras, dejamos el coche y fuimos andando, aun quedaba acera en los bordes. Había un hombre deambulando por allí, se quedó observando el agua, se agachó y alargó la mano hacia una de las extrañas venas negruzcas.
— ¡NO! No lo toques—gritó Jack
Demasiado tarde, el hombre la agarró y la sacó del agua, por un momento se mantuvo estable, pero luego con un pequeño crujido apenas audible se rompió dejando al hombre con un extremo roto en su mano, lo miró acercándoselo a la cara con expresión estúpida. De pronto comenzó a salir un gas oscuro que impactó directamente en la cara del hombre, que lo soltó y cayó hacia atrás, como fulminado por un rayo.
—Tapaos la boca y la nariz con algo— Dijo Hiro sin perder la calma.
Rodeamos al hombre y continuamos nuestro camino, de pronto escuche ruidos tras de mí, me giré y vi que el hombre estaba convulsionando, paró y de nuevo quedo completamente quieto, pero, cuando estaba a punto de girarme y seguir mi camino, comenzó a incorporarse lentamente, emitía suaves gruñidos que se fueron intensificando
— ¡No te acerques a él! —me dijeron
El hombre alzo la cabeza y pude ver en sus ojos un tono ausente y una falta absoluta del característico brillo de la vida, comenzó a avanzar hacia nosotros, retrocedí sin dejar de mirarle, de pronto se escucho el motor de una camioneta, parecía un caballo desbocado. Era una vieja camioneta que se acercaba a toda velocidad a la calle, pero al ver que la calle estaba inundada y destruida dio un volantazo hacia la acera en la que estábamos y se llevó por delante al hombre, estrellándose después contra un muro, empezó a salir humos de lo que quedaba de capó y un entre las grietas de la aplastada camioneta comenzó a escurrir sangre, formando un charco bajo ella.
— ¡Vamos! —Exclamó Jack— ¡Rápido!
Continuamos corriendo hacia mi portal, debíamos recoger a mi madre e irnos de allí, la calle estaba repleta de aquellos seres de forma humana, pero que habían perdido su humanidad. Avanzamos sigilosamente, intentando ocultarnos, pero no pudimos evitar que nos descubrieran.
— ¡Sube a por ella! — Me gritó Hiro— nosotros nos encargamos
Mientras ellos les enfrentaban, yo entre en mi portal, cuando fui a cerrarla puerta tras de mi uno de ellos la alcanzó y la bloqueo. Me llevé la mano a la cintura y allí lo encontré, el machete, lo desenvaine rápidamente y arremetí contra se brazo, la mitad cayó al suelo y él se retiró lo suficiente para darme tiempo a cerrar la puerta.
Subí a toda prisa y abrí la puerta con mi llave, cuando entre mi madre me amenazaba con el palo de una escoba, pero al ver que era yo se relajó.
—está bastante peligroso ahí abajo, —le dije—pero tenemos un coche, hemos venido a llevarte a un lugar seguro
— ¿puede venir ella también? — me percate de que había una amiga de mi madre sentada en el sillón
—no creo que haya problema, voy a bajar a decirles que traigan el coche aquí, quedaos aquí y bajad en cuanto lo veáis aparecer, es un todoterreno negro y grande
Me despedí de ellas, les di ánimos y volví a bajar. Cuando la puerta del ascensor se abrió, me encontré el portal repleto de zombies, se hizo el silencio por un momento y luego se lanzaron a por mí.  Machete en mano, arremetí contra ellos. En la calle podía ver a Jack y a Nya luchando contra cientos de zombies también, supuse k Hiro ya había ido a por nuestra salvación.
Me abrí paso como pude hacia el cristal de la puerta, justo cuando llegue Nya se giró y pude hacerle una señal y darle a entender que ya estábamos listas. Entonces mi objetivo fue despejar por completo el portal para que mi madre y su amiga pudieran bajar a salvo, así que me giré, a tiempo para apartar de una patada al que se me estaba echando encima, arremetí contra ellos una y otra vez, pero parecían interminables.
De pronto me di cuenta de algo extraño, siempre había imaginado a los zombies como simples esclavos de su hambre de carne fresca, sin consciencia, ni sentimientos, ni humanidad. Pero estos… hablaban, pero sus palabras no concordaban con sus actos, algunos parecían ajenos a lo que ocurría e intentaban entablar conversaciones amistosas. Otros, que al parecer si eran conscientes de la situación, pedían perdón o lloraban, incluso algunos me pedían que acabara con ellos, y sin embargo seguían viniendo, arrinconándome, intentado que cediera para transformarme en lo que ellos eran, y de paso alimentarse de mí carne, de mi cuerpo, de mi cerebro.
Perdí la noción del tiempo, pronto ni siquiera fui consciente de lo que hacía, comencé a moverme por mero instinto de supervivencia pero cada vez me dolía mas el cuerpo, el cansancio se apoderó de mí y, de repente, todo se volvió negro.





EPILOGO
Me desperté sobresaltada, pero no me incorporé, solo me quedé bajo las mantas pensando, ¿había sido todo aquello un sueño? ¿Hasta qué punto? No recordaba haberme dormido. Retiré lentamente la manta de mi cara. Aquella no era mi habitación, caí en la cuenta de que era una de las habitaciones de la base. Me levanté lentamente y me di cuenta de que me dolía todo el cuerpo.  Abrí la puerta despacio y encontré en la sala central a Hiro, Nya y Jack sentados, Neko, que paseaba por el respaldo de la silla de Nya, me miró y maulló, los tres se giraron y, al verme, se levantaron rápidamente y vinieron hacia mí. Me abrazaron.
— ¿estás bien?
—bueno… me duele todo, pero no pensé que fuera a salir viva de allí
—es normal, pero lo importante es que estas aquí, con nosotros, tu madre y su amiga están durmiendo aun
—entonces… ¿ya estamos todos a salvo?
—para nada, esto es solo el principio, aun queda mucho por hacer

lunes, 23 de abril de 2012

Miedo

Tengo miedo. Es un miedo irracional, lo sé; es algo que nunca ocurrirá, lo sé; pero aun así, aun sabiendo que no tiene ningún sentido… estoy aterrorizada, me levanto por las mañanas sudando, con miedo a abrir los ojos y verme rodeada de aquellos despreciables seres, que solo quieren aprovecharse de mí, que me quieren por mi carne, por mi cerebro, por razones que no me benefician. En parte los compadezco, sé que ellos no tienen la culpa, que no era su intención, que puede incluso que hayan luchado con todas sus fuerzas para evitarlo, pero han caído y vienen a por mí. Son mi peor pesadilla. Luego me digo a mi misma que nunca ocurrirá, que ellos nunca vendrán, pero aun cuando me he tranquilizado, en un rincón de mi mente, se esconde el miedo hacia ellos. Siempre escondido, pero siempre presente.

jueves, 1 de marzo de 2012

Arena capitulo 1

El sol ardía con fuerza y no había rastros de vegetación a mí alrededor. Frente a mí se extendía un vasto desierto de arena fina que se movía con el viento, había dejado ya muy atrás el campamento y no alcanzaba a verlo mi sentido de la orientación se hallaba un poco confuso, ya que todo a su alrededor era a la vez igual y completamente diferente, la arena se extendía durante kilómetros y kilómetros, pero las dunas cambiaban constantemente y nunca eran las mismas. Por eso debía centrarme en mi objetivo, llegar al otro lado era vital, no solo para mí, sino para todo mi grupo. Una tormenta nos había alcanzado, de pronto nos habíamos visto rodeados por ráfagas de viento cargadas de arena que nos azotaban y nos cegaban, la mayoría de los camellos habían resultado heridos y los otros estaban débiles, las provisiones escaseaban y los hombres, mis compañeros, tampoco habían salido muy bien parados de la tormenta. Yo era el único hombre capaz de aguantar lo suficiente como para tener una mínima posibilidad de pedir ayuda, y allí estaba. Solo, a través de aquel mar de arena que se introducía por cada rendija de mis ropas, que me llenaba la boca y la secaba, a cada segundo que pasaba mis esperanzas disminuían, pero debía confiar en mi instinto, había hecho muchas veces aquella travesía, aunque nunca solo, y aunque cada vez había sido diferente confiaba en poder hallar el camino. Por última vez mire atrás, deseando que todos estuviesen a salvo, pero vi algo que no me gusto, por mi derecha se acercaba otra tormenta, y aunque parecía más débil que la anterior sabía que no podría resistirla yo solo. Apreté el paso, al cabo de un rato me pareció distinguir unas sombras a lo lejos, como de una cabaña, y me dirigí hacia allí. Pero cada vez me costaba más caminar, sentía como si no avanzara nada por mucho que anduviera, que aquel oasis siempre estaba a la misma distancia, o mejor dicho que se acercaba muy lentamente. Mis pasos se volvieron pesados y lentos, pero mi fuerza de voluntad me mantuvo en pie. Ya no veía hacia donde iba, ni cuánto me quedaba, utilizaba todas mis fuerzas para llegar a algún lugar con refugio y provisiones. Pero el agotamiento pudo conmigo, perdí el conocimiento y me derrumbé sobre la arena.
Note el agua correr por mis labios y mi garganta bebió ávidamente. Abrí los ojos, sorprendido, “no estoy muerto” pensé, entonces me encontré de frente con unos ojos grandes, de un marrón tan oscuro que casi se confundía con negro, y vi en su interior una gran sabiduría, adquirida en el paso de los años. Intenté incorporarme, pero el anciano me sujetó fuertemente contra mi lecho para que no lo hiciera.
–Gracias, – le dije–pero debo ir con mis compañeros, están aislados en el desierto, no tienen provisiones
El anciano asintió, sin decir una palabra, y me obligó a beber un extraño brebaje, era dulce y sentí que recuperaba fuerzas, me indicó que me quedara tumbado y comenzó a ir de un lado a otro de la cabaña cogiendo botes y llenándolo del reparador líquido. Me hizo una seña y me ayudó a incorporarme, cuando vio que podía mantenerme en pie, me guió fuera de la cabaña hacia un viejo pero robusto camello, lo cargo con los botes y me hizo subir, acto seguido lo agarró de las riendas y comenzó a caminar, el animal casi parecía ser inteligente, y seguía al viejo donde fuera sin que el necesitara tirar de las riendas siquiera, caminamos sin descanso, de vez en cuando el anciano me pedía indicaciones y yo intentaba guiarle tan fielmente como podía. Aunque estaba algo mejor seguía estando débil, y apenas podía mantenerme despierto, pero necesitaba llevarles la ayuda al resto, pero había una persona que sobresalía entre mis prioridades, aquella persona también estaba intentando sobrevivir junto a los otros hombres, allí perdidos en mitad del desierto. Me costaba mantener la vista fija pero, aunque me había dado un bote de brebaje, no quería gastarlo antes de lo necesario, de pronto noté que el camello aceleraba el paso, miré al anciano y me percaté de que miraba al frente y caminaba más rápido, pero no transmitía desesperación, si no alivio. Yo miré al frente también y pude distinguir entre la arena una pequeña mancha oscura formada por telas que se alzaban desde el suelo, se me iluminaron los ojos, los habíamos encontrado, y con un poco de suerte seguirían todos vivos. Poco a poco la distancia fue disminuyendo, y cuando ya estaban cerca salió un hombre iba envuelto en un turbante marrón, de un tono parecido al de la arena, lo reconocí al instante, aquel turbante se lo había regalado yo en nuestro primer viaje juntos, me bajé del camello y corrí como pude hacia él, tenia ojeras y sus hermosos rasgos se veían algo demacrados, pero iluminados por la sonrisa de quien recupera la esperanza, llegué junto a él y le abracé fuertemente, el correspondió a mi abrazo, y con nuestros cuerpos fundidos en aquel abrazo le sentí sollozar, me aparté suavemente, le sujete los hombros y le besé suavemente, transmitiéndole esperanza y seguridad, las lagrimas salían de sus preciosos ojos verdes y se mezclaron con nuestro beso, volviéndolo salado, apasionado, lleno de amor y apoyo, al fin estábamos juntos de nuevo. Entramos bajo las telas pero el panorama allí era desolador, algunos camellos habían muerto, y lo mismo había pasado con alguno heridos, no habían sido lo suficientemente fuertes y sus cuerpos yacían, sobre la arena, cubiertos con telas, nuestra llegada les revolucionó, brillos de esperanza se despertaron en sus miradas aunque en algunas se detectaba reproche, por llegar demasiado tarde. Reunimos a los supervivientes a nuestro alrededor y fuimos repartiendo las pequeñas botellas, los hombres bebieron y recuperaron fuerzas poco a poco. Un hombre entró y nos avisó de que se acercaba una tormenta, debíamos quedarnos allí y descansar. Nos repartimos los turnos de vigilancia, me quedé primero, observe a los demás mientras se recostaban en el suelo e intentaban conciliar el sueño. Me acerque a la abertura que hacía de puerta, y me senté mirando al exterior, vigilando el cielo. A lo lejos una gran nube de arena se acercaba inexorablemente hacia nosotros, pero aun tardaría en llegar. Noté que me rodeaban unos brazos fuetes pero gentiles y me giré, para mirar de frente aquellos ojos verdes. Se sentó tras de mí, abrazándome y colocando su cabeza en mi hombro.
-te he echado de menos- le dije
-y yo a ti- me susurró en el oído-temí que te pasara algo, Christian, era muy peligroso y tuviste que ir tu solo
Noté que su cuerpo se contraía en un silencioso sollozo, tomé sus brazos y me giré lentamente, llevé las manos a su cabeza y retiré con suavidad el turbante que la cubría, dejando libres sus cabellos de oro, de sus ojos verdes brotaban lagrimas de nuevo, lagrimas de alegría y de alivio.
-no podía dejarte aquí a tu suerte, Jack, necesitaba encontrar alguien que pudiera salvarte, que pudiera salvarnos a todos
Sus manos se deslizaron por mi espalda y me arrebataron el turbante, noté mi pelo caer sobre mi espalda, algunos mechones oscuros cayeron frente a mi cara y Jack los retiró suavemente mientras se acercaba y me besaba. Le abracé y le recosté suavemente sobre la arena, encerrándole entre mis brazos deseando no volver a separarme de él, mis dedos fueron apartando poco a poco su ropa y acariciando su piel, sus manos recorrían mi cuerpo, ávidas, dejando al descubierto mi blanca piel. Retozamos allí olvidándonos por completo de nuestro alrededor, de nuestros compañeros dormidos, de la tormenta que se acercaba, solo estábamos él y yo juntos de nuevo, al fin.
El viento comenzó a aumentar, cada vez sacudía el refugio con más fuerza Jack y yo nos levantamos rápidamente y nos vestimos, luego cerramos la abertura para que no entrara demasiada arena y despertamos a los demás, entre todos aseguramos las cosas, las provisiones, los animales que aun quedaban y nos acurrucamos todos juntos.la tormenta no fue muy fuerte, pero el recuerdo de la anterior aun vivía entre los hombres. Cuando al fin pasó la tensión se alivió, comenzamos a recoger todo y cargar las cosas en los camellos supervivientes, rápidamente nos pusimos en marcha y el anciano nos guió hacia su casa, el trayecto me pareció mucho más corto que la primera vez que lo había hecho, y cuando llegamos al pequeño oasis todos respiramos aliviados. Rellenamos las cantimploras y el anciano nos regaló algo de comida que aceptamos agradecidos, nos indicó hacia donde debíamos ir y al fin partimos con la esperanza de llegar por fin a algún sitio con civilización. A pesar de que volvíamos a caminar rodeados de arena por todas partes nuestros ánimos estaban mucho más altos. Poco a poco notamos como el aire se hacía más ligero y a la vez aumentaba la contaminación, cerca debía haber un pueblo. Seguimos caminando esperanzados y al rato empezamos a ver casas a lo lejos un escalofrío recorrió mi cuerpo, algo no andaba bien. Cuando llegamos al pueblo vimos que la mayoría de las casas estaban destrozadas o incendiadas. No nos atrevimos a entrar en las casas, pero por las ventanas llegamos a ver algunos cadáveres, al parecer unos bandidos del desierto habían asaltado el poblado. Y no hacía mucho tiempo. Escuche un ruido a nuestra espalda y me giré.
-¡quien anda ahí!- grité
Entonces se escuchó un llanto, me acerque cuidadosamente y vi que tras una pared se escondía una niña de unos 8 años, de tez morrena y ojos oscuros, que lloraba pero no había miedo en su mirada, si no impotencia y rabia. Cuando me acerqué a ella me atacó con un pequeño cuchillo que llevaba en su mano, pero la detuve y se lo quité.
-no vamos a hacerte daño-le dije mirándola a los ojos, me resultaron familiares- ¿Qué ha pasado aquí? ¿Dónde han ido los responsables?
-esos hombres malos vinieron y rompieron las casas, se llevaron a mamá y las otras mujeres, además mataron a los hombres- y tras decir esto se derrumbó, llorando desoladamente. Yo la cogí en brazos y solo pude entender entre sus sollozos la palabra “papá”.
La tranquilizamos y le dimos comida y bebida, cuando se calmó le pregunte hacía cuanto que se habían ido los bandidos y si sabía hacia donde, me dijo, aun entre sollozos, que habían llegado el día anterior habían destrozado todo y se habían ido antes del mediodía hacia el oeste, nosotros habíamos llegado desde el sur, habíamos tenido suerte de no cruzarnos con ellos, ya debían estar lejos, pero nosotros debíamos partir en su misma dirección y un pequeño miedo nació en nuestros corazones.
-¿no te queda ningún familiar?- le pregunté
-mi abuelo vive en una cabaña en aquella dirección- murmuró, señalando al sur
-¿tu abuelo es aquel anciano de ojos marrones que vive allí solo?
- sí, ¿le habéis visto?- la cara se le iluminó-¿está bien?
- sí, ¡el nos salvó la vida! Está bien, los bandidos no pasaron por allí
- ¡menos mal! Pero. . . que voy a hacer yo ahora
- mmm. . . eso es un problema, nosotros no podemos volver atrás, perderíamos demasiado tiempo, pero podemos llevarte con nosotros y una vez en la ciudad enviar a alguien a por tu abuelo
-me da pena dejar solo al abuelo, pero puedo ayudaros a llegar más rápidamente, ¡mi abuelo estará bien! Sabe defenderse, además los bandidos no fueron en esa dirección- dijo esto último con un brillo de esperanza en su mirada y luego calló
-¡bien, Chicos!- llamé al grupo-ya tenemos nuevo guía, os presento a. . .
-Bāli-dijo sonriendo
Todos le dieron la bienvenida y cuando ya habíamos descansado suficiente nos pusimos en marcha. Jack, Bāli y yo íbamos los primeros, seguidos por los escasos 20 hombres y los 15 camellos supervivientes. Caminamos sin descanso, racionábamos las provisiones de agua y comida, y reservamos el brebaje del anciano para casos extremos, no había muchas novedades, el trayecto era monótono, estábamos constantemente rodeados por aquellas dunas que parecían siempre iguales, pero que cambiaban constantemente, y jugaban con nuestras mentes. Nos dejamos guiar por la chiquilla, que parecía mucho más segura que nosotros, y no vaciló ni por un momento.
Bāli me llamó y señaló al frente. A lo lejos, entre las dunas había surgido un oasis.
-es nuestra primera parada, ya esta anocheciendo así que pasaremos allí la noche- era una niña muy madura para la edad que tenia
Aceleramos un poco el paso, deseando llegar y descansar cuanto antes. Una vez allí montamos las tiendas, bebimos del agua cristalina y rellenamos nuestras cantimploras, luego nos fuimos a dormir, Bāli se quedó fuera, indecisa.
-que haces ahí de pie, ¡entra!- le dije
-p-pero no quiero molestar- murmuró mirando al suelo
-no molestas, en nuestra tienda hay sitio de sobra, son para tres personas
Tras dudar un momento entró, Jack y ella se acostaron cada uno a un lado de mi nos tapamos con las mantas y enseguida se quedaron dormidos, pero a mí no me fue tan fácil, no podía conciliar el sueño, notaba el cálido cuerpo de Jack a mi derecha y la pequeña mano de Bāli aferrada a mi brazo, suavemente. Sin hacer ruido me incorporé y me deslicé fuera de la tienda, había mucha luz para ser de noche, miré al cielo y me encontré con una preciosa luna llena que me pareció inusualmente grande, nuestra tienda estaba casi en la orilla del oasis , me acerqué al agua y la observé, mi reflejo me devolvió la mirada, mis rasgos afilados, mis ojos azules, mi melena oscura, todo se reflejaba como si el agua fuera un espejo, sin una ondulación, lo rodeé y me senté en lo alto de una duna, mirando la vasta inmensidad del desierto, me agradaba la fría noche, el día allí era demasiado caluroso, demasiado sofocante. Mientras observaba el horizonte el sueño me fue alcanzando, de pronto me pareció ver destellos rojos de fuego tras las dunas, los destellos danzaban y me fueron hipnotizando, poco a poco.
Noté unos golpecitos en mi hombro y me desperté sobresaltado, me di cuenta de repente de que tenía mucho frio, me había quedado dormido en la arena.
-me desperté y no estabas ahí, me has asustado- me reprochó Jack
-lo. . . lo siento- balbucee- no tenía pensado quedarme dormido
- vamos dentro, te estás quedando helado
Me ayudó a levantarme y me rodeó con su cálido cuerpo, juntos fuimos a la tienda. Ambos estábamos muy cansados y nos dormimos en seguida, pero el mío fue un sueño inquieto, repleto de pesadillas.
En medio de la oscuridad un grito desgarrador nos sacó de nuestro sueño, algo pasaba, Jack y yo nos levantamos de un salto, Bāli estaba acurrucada y temblaba entre las mantas.
-cógela y corre- le dije a Jack señalando a Bāli
-¡¡No!!- exclamó indignado- no puedo dejarte solo ante el peligro, no otra vez-la voz se le quebró
-debemos protegerla-le reproché-está aquí por nuestra culpa
A regañadientes aceptó, le abracé fuertemente para transmitirle mi fuerza, le besé y nos despedimos, se cargó a la pequeña, que aun temblaba, a a la espalda y salimos sigilosamente.
-son ellos-murmuró Bāli con el miedo en la voz- son los bandidos
Se habían aproximado desde el noreste, Jack se escabulló hacia el oeste y yo fui en dirección contraria, hacia el otro lado del campamento por suerte el ataque había empezado allí, si no Bāli no tendría ninguna oportunidad. Me escondí detrás de unas telas y observé desde allí a los bandidos, iban armados con unas extrañas espadas cortas, tiré una cacerola que encontré a mi lado. Uno de los bandidos se acercó, picando en mi anzuelo, en cuanto asomó la cabeza entre las telas y le golpeé en la mandíbula con fuerza, dejándole fuera de combate, le arrebaté la espada y se la clavé en el pecho, por si acaso. Otro bandido, que también había oído el ruido, apareció entre las telas y, sin darle tiempo a reaccionar, le rebané el cuello con la espada de su compañero. Armado con le despojé de sus ropas y me las puse yo, para pasar desapercibido, armado con las dos espadas salí de mi escondite. Me mezclé con los bandidos fui corriendo entre ellos, cuando pillaba a uno desprevenido le clavaba la espada a traición, cada vez quedaban menos bandidos y al final se dieron cuenta de que algo pasaba, al la señal de un fuerte silbido todos se detuvieron, yo les imité, el que parecía el jefe empezó a pasearse entre ellos y hablarles en un idioma que yo no conocía, como intentando descubrir quién era el traidor, tras el entre las tiendas vi a uno de mis hombres preparando un ataque suicida contra el jefe. Intenté llamar su atención, pero no sabía cómo hacerlo sin desvelar mi posición, mientras le observaba noté que el silencio se había extendido a mi alrededor, miré y vi que todos los bandidos me miraban, incluido el jefe, que se había acercado a mí y me observaba con una mezcla de curiosidad y rabia, me dijo algo en su idioma.
-no hablo tu idioma-le dije, ya me habían descubierto, no tenia por que esconderme
-¿Quién eress?- me preguntó con un marcado acento, alargando la ese
-mi nombre es Christian-le dije
-chrisstian- dijo pensativo- me gussta tu nombre, eresss valiente y hábil, únete a nosotros
-debo negarme- le dije sosteniéndole la mirada
-entoncesss hass de morir, ¿esstass sserguro?
-sí, hay cosas más importantes que mi vida, además tendréis que cogerme antes de matarme
-¿piensass que puedes huir de nossotross?- una risa extraña salió de su garganta
-no- dije sin poder contener una sonrisa
Esto dejó confusos a las bandidos y aprovechando ese momento de despiste me giré y maté a los dos hombres que estaban tras de mí. Luego lancé mis espadas, una acertó en el estomago de un hombre cercano y, que cayó al suelo agonizando; la otra pasó produciéndole un profundo corte al jefe en el brazo, pero no lo mató. Me agaché y cogí las espadas de los que había matado ante mí. Tres hombres se abalanzaron sobre mí, con un ágil movimiento me aparté ellos chocaron y sin apenas darles tiempo a mirarme fueron atravesados por mis espadas, uno tras otro los bandidos fueron cayendo a mis pies, un brillo frio y despiadado había surgido en mis claros ojos azules, perdí el sentido de lo que hacía, mi cuerpo se movía solo y no podía detenerme, llegado un momento no recuerdo nada, mi consciencia se desvaneció.
Según me contó Jack más tarde, ellos habían ido hacia el oeste, habían encontrado una pequeña cabaña abandonada y se habían escondido allí, al la mañana siguiente se habían acercado al oasis y al ver que estaba todo en silencio se habían acercado.se habían encontrado el suelo repleto de cadáveres, el agua contaminada por la sangre, no habían visto a todos nuestros hombres así que habían supuesto que los supervivientes habían huido, habían recuperado las provisiones y las cantimploras de las tiendas. Me habían encontrado a mi enterrado bajo los cuerpos de los bandidos, cubierto de sangre, y me habían creído muerto, pero al ver que respiraba me habían cogido y me habían llevado a la cabaña abandonada, había estado inconsciente dos días y cuando al fin había despertado aun estaba débil.

con la coloración de Jonathan, que me ayudo cuando estaba sin ideas
y con la contracolaboración de mi madre, que no me deja el ordenador todo lo que me gustaría xDD

miércoles, 22 de febrero de 2012

De cuando Gregorio Samsa murió por equivocación

encontré esta historia, que escribí hace tiempo, mas o menos en 1º de la eso, y me trajo muchos recuerdos xDD

Aquella mañana Gregorio Samsa se despertó convertido en un gran insecto. Anteriormente Gregorio Samsa había sido un hombre regordete y no muy agraciado; era, sin embargo amable, simpático y bonachón. Trabajaba en una iglesia cercana a su pequeña casita. Su oficio le gustaba, ya que se encargaba de los más pequeños. Cuando no trabajaba era un hombre bastante normal. Vivía en una casa en un pueblecito de unas 20 casas, 5 de ellas de veraneo y otras 2 deshabitadas, un bar, la iglesia y un pequeño castillo derruido. Trabajaba solo los veranos y rara vez durante el resto del año. En su tiempo libre cultivaba un pequeño huerto a las afueras del pueblo con ayuda de su burra Badiela. Pero aquello ya era historia, esa mañana, un lunes de marzo de 1978 ya no era el mismo cura regordete y bonachón, si no una horrible cucaracha que ni a malas podía gustar a los niños. Probó todo lo que se le ocurrió para volver a su forma original, desesperado escribió a su hermana Matilde, que vivía a las afueras de la ciudad.

Querida hermanita:

¿Qué tal estás? Verás es muy importante que no se lo digas a nadie pero tengo un grave problema, necesito que vengas a ayudarme, pero tu sola. Un beso, Gregorio

La hermana pensando que sería un problema de dinero cogió todo el que tenía a mano y salió hacia el pueblo, pero cuando llegó allí no encontró a su hermano, si no a una enorme y horrible cucaracha, con la que acabó enseguida, al morir, la cucaracha recuperó su forma original. Y este fue el inesperado y temprano fin de Gregorio Samsa

FIN

viernes, 17 de febrero de 2012

La última sonrisa

Se despidió de sus amigos con una sonrisa en la cara, pero cuando se giró y comenzó a caminar hacia su casa ya había desaparecido. Siempre sonreía cuando iba con ellos, y no era una sonrisa falsa, pero en cuanto se separaban toda aquella felicidad desaparecía sobre todo aquella noche. . . el día anterior ya se había dado cuenta de que algo pasaba, su mejor amiga y ella habían medio discutido y ella había sacado sus conclusiones, creía que quería dejarle a solas con otra chica, a él, al chico que ella secretamente amaba, suponía que él había hablado con ella, y por eso no había dicho nada. Pero aquel día iban un montón de personas a acompañarla, y aun así su amiga le había echado esa mirada de “no deberías estar aquí” y ella se iba antes a casa, sin acompañar a los demás hasta sus casas como solía hacer.

Cuando se alejó suficiente de ellos empezó a tararear la melodía de una triste canción que le vino a la mente. La calle estaba desierta y apenas pasaban coches, pero ella no se fijo en ello, iba sumida en sus pensamientos, de vez en cuando sin darse cuenta comenzaba a hablar sola en voz alta y se reprochaba el no tener claros sus sentimientos ni ser lo suficientemente fuerte como para expresarlos. Casi sin darse cuenta la lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, y a correr por sus mejillas, ella absorbía la tristeza de las personas, siempre escuchaba los problemas de sus amigos e intentaba consolarles o ayudarles, pero a ella nadie la escuchaba, entre otras cosas porque ella no pedía atención, no quería aburrir a sus amigos con sus problemas así que siempre disimulaba. Por culpa de aquella manía cada vez se sentía peor, ya que unía a sus propios problemas los de sus amigos. Sumida en sus pensamientos se dio cuenta de que no veía nada, ya que las lágrimas no paraban de salir, pero le dio igual. Conocía aquel trayecto de memoria ya que era el mismo que hacía para ir y volver del instituto todos los días Comenzó a cruzar la carretera, y de pronto escuchó el ruido de un motor, acercándose a toda velocidad, se giró y a través de la pantalla de lágrimas pudo ver dos luces. se quedo allí, paralizada, sin saber qué hacer, y casi le pareció que el tiempo se detenía, su mirada se aclaró y pudo observar con atención la oscuridad de la noche, el movimiento de las hojas de los árboles y algunos gatos corriendo por el parque, vio como el coche se acercaba a ella sin poder remediarlo, pitando como un loco y haciendo eses, incluso llegó a vislumbrar la cara del conductor, con marcados signos de embriaguez todo aquello pasó ante sus ojos, sin darle tiempo a reaccionar, y quedó grabado en sus retinas, justo antes de que el coche impactara contra ella y la lanzara por los aires, quedo tirada en el duro y frío asfalto de la carretera y vio de reojo como el coche se alejaba a toda velocidad de allí “quizás sea mejor así“ pensó por un momento antes de sumirse en la oscuridad.

miércoles, 15 de febrero de 2012

felicidadeees carloos!!!!

este es el primer capitulo del cuento que me pidieses que escribiera,no se como terminara la cosa pero si quieres que cambie algo o tienes alguna idea ¡dímelo! y asi sera mas "personalizada" xDD



Cuando sonó el timbre Carlos comenzó a recoger sus cosas, aun quedaban algunas horas de clase pero el ya se iba a casa. No le iba demasiado bien en sus estudios y a veces se deprimía pensando que era un inútil, que no servía para nada, pero en su interior guardaba un poder que él desconocía.
Mientras caminaba hacia su casa, le pareció que alguien le seguía, oía sus pasos y casi creyó poder oír su respiración. Se detuvo y se giró, pero la calle estaba totalmente desierta, quizás incluso más de lo habitual. “será mi imaginación” pensó, y volvió a caminar, pero aquella sensación seguía allí, notaba una mirada fría en su nuca y pasos silenciosos tras de sí. Cerró los ojos un momento para convencerse a sí mismo de que todo era irreal, una imaginación suya, pero cuando abrió los ojos se detuvo en seco, había una mujer parada frente a él, su ropa era algo extraña pero no alcanzaba a comprender porque le daba esa impresión. La mujer le observaba con unos ojos gélidos de un azul tan claro que casi parecía blanco. Cuando la miró, un escalofrío recorrió todo su cuerpo, pero se controló para no salir corriendo y siguió observándola, su pelo castaño oscuro casi negro le caía hasta la cadera, desparramándose como una cascada de agua oscura. No se movía, únicamente le observaba y el la observaba a ella.
-¿Quién eres?- le preguntó- ¿Qué haces aquí?- ella ignoraba todas sus preguntas como si no las escuchara.
Carlos dio un paso hacia ella, armándose de valor y entonces ella cambió su expresión, su aparente curiosidad se tornó en rabia, pero solo en su rostro se distinguía el sentimiento, todo su cuerpo seguía relajado. Sin muestras de crispación alguna retrocedió, aun mirándole, y desapareció entre unos árboles. Carlos corrió hacia allí, pero solo vio un gato corriendo a lo lejos y un par de pájaros en el cielo.
De camino a su casa fue pensando en aquel extraño suceso, alerta por si la extraña mujer volvía, pero nada ocurrió. Cuando llegó, cerró la puerta con llave y se encerró en su habitación, cogió un libro de su estantería y se tumbó en la cama a leer. Mientras estaba concentrado volvió a notar que le observaban e inmediatamente se puso alerta, soltó el libro sobre la cama y se puso en pie, comprobó el pestillo de la puerta y vio que aun estaba echado, luego fue a la ventana se cercioró de que estaba bien cerrada y echó las cortinas. La luz de su lámpara le parecía irreal, las sombras que formaba eran deformes y tétricas. Escucho un ruido tras su puerta y se acercó un poco, aguzando el oído para escuchar a través de la madera y entonces, de repente, se abrieron de golpe las cortinas y la ventana, una ráfaga de aire entro en la habitación y esta volvió a inundarse de luz solar. Carlos se giro, mirando asustado la ventana, entonces escuchó el sonido del seguro de la puerta y una fuerza sobrehumana lo empujó tirándolo al suelo, cayó de rodillas al suelo y se giró, temeroso, la puerta estaba abierta de par en par, y allí se alzaba la imponente figura de la mujer de ojos azules. Le miraba como si fuera un molesto insecto y Carlos percibió el deseo de matar en sus ojos. Impotente descubrió que las piernas no le respondían. Miró alrededor, en busca de algún arma, pero no había nada a su alcance. La mujer comenzó a murmurar algo en un idioma desconocido, Carlos notó que el aire se hacía más pesado y transmitía una extraña sensación. El murmullo cesó y la mujer alzó un brazo, colocando la palma de su mano hacia Carlos y el percibió el peligro, sus piernas volvieron a responder y se levantó, retrocedió hasta quedar pegado a la ventana, y el aire le revolvió el pelo, la mano de la mujer apuntaba directamente a su pecho y una pequeña bola de luz había empezado a formarse frente a ella, gorgoteaba como si fuera lava. Carlos miró de reojo por la ventana, era un octavo, sabía que era imposible que saliera con vida de aquello, pero aun así se pego mas a la ventana, casi subiéndose a ella. La mujer comenzó a reír, su risa era oscura y maligna, cargada de odio y muerte. La pequeña bola de luz había alcanzado el tamaño de una pelota de tenis y se había estabilizado.
-¡MUERE!-grito entonces la mujer
Carlos deseó que el tiempo se detuviera, pero sabía que no pasaría, pudo ver la bola avanzando a toda velocidad hacia el e instintivamente retrocedió, lo que provoco que cayera por la ventana. Fue como si viera una película a cámara lenta, se vio a si mismo cayendo lentamente, la bola le pasó rozándole el hombro, se giró y vio el suelo acercándose a él y deseó caer suavemente, o que algo detuviera su caída, y entonces su cuerpo cayó al suelo, pero el golpe no fue tan fuerte como esperaba, además había tardado excesivamente poco en caer. Abrió los ojos, notaba las piernas y los brazos doloridos, pero estaba vivo. Miró arriba, aun tumbado en el suelo, a tiempo para ver a la mujer asomarse desde su ventana, cerró los ojos y se quedó inmóvil, no quería que aquella que lo quería muerto supiese que en realidad estaba vivo. De repente se escucho un grito, una mujer que pasaba por allí le había visto, entreabrió los ojos y vio que la extraña mujer había desaparecido de la ventana. La mujer que había chillado se acercó a él, cuando le miró la cara y vio que respiraba se calmó un poco.
-¡que susto me has dado!- le dijo mientras rebuscaba en su bolso- ¡pensé que estabas muerto! ¿Qué te ha pasado?
- lo siento- murmuró, intentando incorporarse-me he caído
La mujer sacó un paquete de pañuelos y le dio uno, le ayudó a levantarse y le sentó en un banco.
-¿Qué te ha pasado en el hombro?
Carlos se miró y vio que tenia la camiseta rasgada y empapada de sangre, que salía de un corte en su hombro, pero curiosamente no le dolía, pero no dijo nada.
-hay que llevarte al hospital, ¿quieres que llame a tu madre?
-¡No! No llames a nadie
-de acuerdo– dijo tras observarle gravemente- creo que eres suficientemente adulto como para saber lo que te conviene, pero voy a llevarte al hospital
Afortunadamente había uno cerca de allí, cuando llegó se desplomó en una silla, se estaba quedando sin fuerzas, perdió la consciencia. Cuando despertó estaba rodeado por una cortina blanca, metido en una cama, notaba el hombro rígido y cuando lo miró vio que estaba vendado. Escuchó pasos en el exterior y se puso en tensión, pero entonces una enfermera de aspecto agradable descorrió las cortinas
-Veo que ya estas mejor- dijo con una sonrisa- la mujer que te trajo ha tenido que irse, pero se quedó hasta saber que estabas bien ¡qué suerte has tenido! La herida era profunda ¿Cómo te le hiciste?
-No lo recuerdo bien- dijo eludiendo el tema
-Bueno, ¡lo importante es que te recuperes! Por cierto hemos llamado a tu madre, debe estar a punto de llegar
-Mierda- murmuró desviando la vista
- la mujer ya nos dijo que no querías, pero lo vimos necesario. Bueno te dejo descansar- y tras decir esto salió y volvió a cerrar las cortinas.
Carlos se sumió en un sueño ligero e inquieto, trazos de recuerdos e invenciones se entremezclaban en su mente. De pronto volvió a despertar, oía pasos, estos se detuvieron tras las cortinas
- No quiero hablar, madre- le dijo a la silueta que se dibujaba vagamente en la cortina- ¡márchate!
-no soy tu madre- la cortina se descorrió y una joven asomó la cabeza
- lo siento- se disculpó Carlos
La chica entró. Su pelo, sujeto en dos coletas era morado y estaba muy rizado, y sobre su cabeza descansaba un pequeño gorro de bruja, como de adorno, su vestido era negro y la tela caía hasta sus rodillas, como a jirones. Carlos la miró asombrado. Ella se acercó a él, le miró con sus grandes ojos, también morados, y acto seguido le puso una mano sobre el hombro. Su primera reacción fue apartarse, pero entonces comenzó a sentir, en su hombro, una calidez inusualmente agradable, cuando la calidez cesó la chica cortó las vendas y se las quitó, Carlos vio que su herida estaba totalmente curada.
-¿Quién eres?- le preguntó
-soy una bruja-le contestó ella-me llamo Katja. El consejo me eligió para protegerte
-¿protegerme? ¿De qué? ¿Qué consejo?
-de Ella, por supuesto, La Bruja Malvada, ha venido para destruirte. El consejo de brujas y magos es el que decide casi todo en nuestro mundo
-¿Qué quieres decir exactamente con “bruja”?
-pues eso-dijo riendo- que soy una bruja, como todos en mi mundo, hago magia y esas cosas- y mientras decía esto puso sus manos ante ella y pequeños fuegos artificiales comenzaron a salir de ella
-esto es muy raro –dijo estupefacto-por cierto ¿Por qué quiere destruirme?
-porque eres Tu. Eres la única persona capaz de detenerla y encerrarla para siempre
- ¿Cómo voy a hacer yo eso? Y ¿Quién dice que quiera hacerlo?
-DEBES hacerlo, porque de ello depende la seguridad de Todo
-Pero eso no responde a mi primera pregunta
-El “cómo” es algo que habita en tu interior y que, al parecer, aun no has descubierto
"Algo que habita en mi interior" murmuro pensativo
-¡Debemos irnos!- exclamó Katja- ¡están a punto de llegar!
-¿Quiénes?
-los enfermeros y tu madre
Carlos se incorporo de golpe, volviendo de repente a la realidad, si su madre lo veía no le dejaría en paz, asique con ayuda de Katja salió de la cama y fueron hacia la puerta, pero escucharon voces que se acercaban.
-¡por la ventana!-le susurró Katja
El la miró asombrado pero la siguió. Katja abrió la ventana y silbo fuertemente, luego saltó. Carlos se asomó y vio que había caído sobre una escoba, Katja se acercó a la ventana todo lo que pudo y le tendió una mano. Carlos no estaba seguro de que fuera una buena idea, pero las voces habían llegado ya a la puerta y saltó, sin pensarlo. Casi sin darse cuenta se encontró sentado en la escoba y esta salió disparada, alejándose cada vez mas del hospital.