Miró
a su alrededor, había perdido a sus perseguidores, pero sabía que pronto la encontrarían.
El camino que había seguido terminaba abruptamente en un alto precipicio. Se asomó,
no podía ver el fondo, una densa niebla lo cubría, pero había mucha caída, era
una muerte segura.
Comenzó
a escuchar pasos gritos a lo lejos, casi
la habían alcanzado. Sabía que lo que ellos querían hacerle era peor de lo que
pudiera imaginar. Se encontraba allí, a un paso de la muerte, y ni siquiera
dudo por un momento, se colocó de espaldas al abismo y, justo cuando el primer
hombre llegó a su vista, sin darles tiempo a acercarse para impedírselo,
sonrió, alzó los brazos al cielo y se dejó caer en las garras de la muerte. Sus
ojos se iluminaron y, consciente de su precipitado final, se sintió libre al
fin desde que llegara a aquel despiadado mundo no más cruel que la propia
muerte
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