Un día, abrió los ojos y se dio cuenta de que la hierba no era tan
verde ni tan tupida, el cielo no era tan perfecto ni la brisa tan dulce como en
las historias, como ella lo había llegado a ver. Los arboles se rompían, las
flores se marchitaban y las hojas caían. El idílico cielo completamente
azul e los cuentos no le parecía tan
bello, el agua era turbia y, lo peor de todo… eran los humanos. No eran
perfectos, ni mucho menos, de pronto todo el mundo le pareció feo y
desagradable, los malos, quizás, no eran tan malos y los buenos no tan buenos.
No había bellas princesas ni príncipes ni tampoco aquellos apuestos malvados
que los sedujeran, todo eso pasaba únicamente en los cuentos. Incluso ella, que
aunque nunca se había visto como a una
princesa, si lo había hecho como aventurera o guerrera, se dio cuenta de que no
era intrépida ni fuerte, si no más bien débil y cobarde, como todos los demás.
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