Abrió los ojos. Le costó un
momento asimilar lo que veía, el techo de su habitación, al igual que las
paredes, estaba negro y se movía, como si se tratara de un gran organismo vivo.
Sobre las mantas que le cubrían caían algunas de aquellas cosas negras que
reptaban, peludas, amorfas, viscosas…
Ok no, en realidad eran arañas. Y,
en realidad, solo había una, pequeñita, en una esquina… apenas se veía. Pero es
lo que tiene la aracnofobia, como todas las fobias distorsiona la realidad.
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