martes, 7 de febrero de 2012

Beatriz

Todos pensaban que Beatriz era simplemente una chica algo excéntrica y asocial, ya que nunca hablaba con nadie en las clases y siempre parecía inmersa en su propio mundo, en el interior de su cabeza.
Algunas de las chicas de la clase se metían con ella, pero por mucho que ellas la insultaran o le tiraran cosas, Beatriz jamás se defendía ni les contestaba, se limitaba a mirarlas con una expresión que parecía de compasión pero que rayaba el aburrimiento. Así fue durante los dos cursos que Beatriz estuvo en aquel instituto y así seguía en el nuevo curso, pero a Beatriz no parecía importarle, ella simplemente iba por las mañanas al instituto y volvía por las tardes a su casa, pero nadie sabía donde vivía, ni que hacía en su tiempo libre, ni siquiera si tenía amigos.
Un día como otro cualquiera tras salir del instituto iba caminando mientras oía las voces y las risas de sus compañeras tras de sí, ella estaba enfrascada en sus pensamientos y apenas les prestaba atención, pero de pronto se escucho un el frenazo de un coche, seguido de un golpe seco y gritos, Beatriz se dio la vuelta a tiempo para ver la horrorizada cara del conductor mientras huía, se había formado un corro de gente que susurraba alrededor de la víctima, se abrió paso entre la gente, que poco a poco se iba dispersando. Una de la chicas de su clase yacía en el suelo, en medio de un charco de sangre las piernas se doblaban en ángulos extraños y ella gritaba de dolor agonizando. Le dio tiempo a ver también a dos de sus amigas escabullirse entre la multitud y salir corriendo. Se acercó a la muchacha y le puso una mano en la frente, ella la miró, aquel contacto había aliviado un poco de su dolor, Beatriz se la cargo a la espalda y empezó a caminar alejándose de la gente, que seguía murmurando.
Caminó sin descanso hasta que dejaron atrás aquel lugar y llegaron a un solitario parque, una vez allí Beatriz se detuvo frente a un banco y depositó suavemente a la muchacha.
-gracias- murmuro la chica un poco avergonzada por todo lo que le habían hecho, su dolor había cesado casi por completo
-no, ¡gracias a ti!- exclamo Beatriz con una extraña sonrisa en los labios- hoy comeré en condiciones
La joven pudo captar el odio en su mirada, pero también satisfacción en lo más profundo de aquellos ojos negros como la noche sin luna. Si cara casi se desfiguraba por su maléfica sonrisa llena de dientes puntiagudos. Quiso correr, pero sus piernas estaban rotas; quiso gritar, pero el horror la había dejado muda. Volvió a mirar los profundos ojos de Beatriz y sintió que caía en su profundo abismo de muerte. Sin avisar Beatriz se abalanzó hacia ella abriendo la boca y clavó sus afilados dietes en el cuello de la joven sumiéndola en el más oscuro silencio, en la más profunda oscuridad.

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