martes, 7 de febrero de 2012

Otro cuentecillo sangriento (no tiene titulo)

Los pájaros surcaban el cielo, algunos en bandadas, otros solitarios. Los grandes árboles arrojaban sus largas sombras sobre el césped y se reflejaban en el agua cristalina del gran lago que había entre ellos.
Ella se acerco a la orilla y observo su reflejo, su largo pelo negro sus grandes ojos verdes, sus rasgos afilados, su ropa manchada, toda ella se reflejaba en el agua como si esta fuera una gran espejo. Se agachó y cogió la piedra mas cercan, la arrojó al lago. Se hundió formando pequeñas ondas en la superficie y deformando su reflejo. Nunca le había desagradado su aspecto, pero en aquel momento daría lo que fuera por cambiarlo, o mejor aún, por desaparecer. Lo que había hecho no tenia nombre, era imperdonable y ella lo sabía. Se dio la vuelta y observo atentamente el palacete que se alzaba tras ella en busca, quizás, de algún fugaz movimiento que le indicara que aquello había sido solo un mal sueño, pero todas las ventanas estaban cerradas y las cortinas echadas, como ella las había dejado.
Un recuerdo acudió a su mente. En el centro del comedor había una gran mesa cubierta por platos llenos a rebosar de comidas suculenta, tres personas, un hombre una mujer y una pequeña niña de cabellos rubios, estaban sentados alrededor y comían mientras charlaban alegremente, ella los observaba desde la puerta, una mueca extraña se dibujaba en su rostro, ellos no se habían percatado de su presencia aun. La niña alzó la cabeza y la miró, pero ella le hizo una seña para que callara y no delatara su presencia, avanzo lenta y sigilosamente hasta quedar detrás de la mujer, aquella despreciable persona que la obligaba a llamarla “madre”, con un veloz movimiento le sujeto la cabeza con una mano y le rebanó el cuello con el cuchillo que llevaba en la otra, la sangre comenzó a brotar y empapó el carísimo vestido de la mujer. La niña la miraba con horror, había quedado paralizada por el miedo. Alzo el cuchillo, lleno de sangre, y lo lanzó acertando entre los ojos de la pequeña, su cuerpo sin vida resbaló de la silla y cayó pesadamente al suelo. Rodeó la mesa hasta llegar al pequeño cadáver y recuperó el cuchillo. Entonces se giró, hacia su principal objetivo, se había levantado y retrocedía intentando escapar por la misma puerta por la que ella había entrado, pero ella volvió a lanzar el cuchillo, con aquella endemoniada puntería que la caracterizaba, y se lo clavó en la pierna, provocando que cayera al suelo gritando de dolor.
-¿Por qué haces esto?-le preguntó- ¡somos tu familia!
-¡Esa zorra y su hija no tienen nada que ver conmigo!- Le gritó furiosa-no debiste casarte otra vez después de que muriera mamá
-¿Por qué no entiendes que he pasado página? quise muchísimo a tu madre, pero después de que muriera Elizabeth y yo nos enamoramos
-¡Ella no te quería a ti imbécil! Ella solo quería tu dinero. Además te dejo tan ciego con sus encantos que ni siquiera veías lo mal que me trataba
Mientras discutían ella se había ido acercando a su padre y tras decir las últimas palabras le arrancó el cuchillo del muslo y se lo clavó en el estomago, un hilo de sangre salió de su boca, intentó arrastrarse hacia la salida en un último intento desesperado por escapar, pero el cuchillo iba atravesando todas las partes de su cuerpo mientras ella reía con una mueca macabra en el rostro.
El recuerdo de aquella risa le retumbaba en la cabeza. Se tapo los oídos pero fue inútil ya que el sonido provenía del interior de su cabeza. Una arcada acudió a su garganta, le fallaron las rodillas y cayó al suelo. De rodillas y con las manos apoyadas en la hierba vomitó, el agua rozaba las puntas de sus dedos, el viento le revolvía el cabello, y poco a poco fue tranquilizándose. Se miró en el agua, su rostro tenía un aspecto algo fantasmagórico, unas marcadas ojeras le rodeaban los ojos y por sus pálidas mejillas las lágrimas caían sin poder ser contenidas.
-¡Lo siento!- murmuró, no sabía por qué había hecho aquello
Un fugaz destello rojo cruzo su mirada un instante en el agua, se acercó para mirar con mas atención y entonces le pareció ver tres sombras que ascendían desde el fondo entrecerró los ojos para ver mejor y descubrió con horror que eran su padre su madrastra y su pequeña hermanastra los que se acercaban ella a toda velocidad. Tres manos diferentes salieron del agua y se aferraron a su pelo, arrastrándola irremediablemente hacia el agua. Cayó, y notó uñas que desgarraban su carne, vio pasar frente a ella la cara de su padre, inundada de tremenda tristeza y compasión; la de su hermana, por cuyas mejillas corrían grandes lagrimones y la sangre escapaba por la profunda brecha de su frente; y por último se acercó a ella el rostro cargado de infinito desprecio de su madrastra, con el cuello ensangrentado. Su sangre se esparcía y teñía de rojo el agua, uno a uno fueron arrancando sus piernas y sus brazos, manos pequeñas y otras más grandes se introducían en su interior y le arrancaban los órganos dejándola vacía y muerta en el fondo de aquel profundo lago

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