jueves, 9 de febrero de 2012

Adios

La sangre brotó. Comenzó a salir indiscriminadamente del profundo corte. Ella lo miró, con el cuchillo aun en la mano. Observó como la sangre escapaba de su brazo y se marchaba por el desagüe. Toda aquella rabia que había ido acumulando salía también suavemente, mezclada con la sangre. El mundo no la había tratado bien. Todos se habían aprovechado de ella, incluso aquellos a los que había considerado amigos. Estaba harta de ayudar a todo el mundo y que nadie la ayudara a ella. Había llegado su fin, no pasaría de aquella noche. La vida se escapaba lentamente de su cuerpo, demasiado lentamente. Aferró el cuchillo con más fuerza lo elevó, llevándolo hacia su cuello, y presionó a la vez que lo deslizaba sobre su suave piel. Notó que su camisa se empapaba y la cálida sangre le acariciaba la piel. No dejó ninguna nota, ni habló con nadie, su único deseo era que todos aquellos que le habían hecho la vida imposible sufrieran. La rabia ya había desaparecido y desbordada por una profunda calma se dejó caer al suelo. En silencio.

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