jueves, 1 de marzo de 2012

Arena capitulo 1

El sol ardía con fuerza y no había rastros de vegetación a mí alrededor. Frente a mí se extendía un vasto desierto de arena fina que se movía con el viento, había dejado ya muy atrás el campamento y no alcanzaba a verlo mi sentido de la orientación se hallaba un poco confuso, ya que todo a su alrededor era a la vez igual y completamente diferente, la arena se extendía durante kilómetros y kilómetros, pero las dunas cambiaban constantemente y nunca eran las mismas. Por eso debía centrarme en mi objetivo, llegar al otro lado era vital, no solo para mí, sino para todo mi grupo. Una tormenta nos había alcanzado, de pronto nos habíamos visto rodeados por ráfagas de viento cargadas de arena que nos azotaban y nos cegaban, la mayoría de los camellos habían resultado heridos y los otros estaban débiles, las provisiones escaseaban y los hombres, mis compañeros, tampoco habían salido muy bien parados de la tormenta. Yo era el único hombre capaz de aguantar lo suficiente como para tener una mínima posibilidad de pedir ayuda, y allí estaba. Solo, a través de aquel mar de arena que se introducía por cada rendija de mis ropas, que me llenaba la boca y la secaba, a cada segundo que pasaba mis esperanzas disminuían, pero debía confiar en mi instinto, había hecho muchas veces aquella travesía, aunque nunca solo, y aunque cada vez había sido diferente confiaba en poder hallar el camino. Por última vez mire atrás, deseando que todos estuviesen a salvo, pero vi algo que no me gusto, por mi derecha se acercaba otra tormenta, y aunque parecía más débil que la anterior sabía que no podría resistirla yo solo. Apreté el paso, al cabo de un rato me pareció distinguir unas sombras a lo lejos, como de una cabaña, y me dirigí hacia allí. Pero cada vez me costaba más caminar, sentía como si no avanzara nada por mucho que anduviera, que aquel oasis siempre estaba a la misma distancia, o mejor dicho que se acercaba muy lentamente. Mis pasos se volvieron pesados y lentos, pero mi fuerza de voluntad me mantuvo en pie. Ya no veía hacia donde iba, ni cuánto me quedaba, utilizaba todas mis fuerzas para llegar a algún lugar con refugio y provisiones. Pero el agotamiento pudo conmigo, perdí el conocimiento y me derrumbé sobre la arena.
Note el agua correr por mis labios y mi garganta bebió ávidamente. Abrí los ojos, sorprendido, “no estoy muerto” pensé, entonces me encontré de frente con unos ojos grandes, de un marrón tan oscuro que casi se confundía con negro, y vi en su interior una gran sabiduría, adquirida en el paso de los años. Intenté incorporarme, pero el anciano me sujetó fuertemente contra mi lecho para que no lo hiciera.
–Gracias, – le dije–pero debo ir con mis compañeros, están aislados en el desierto, no tienen provisiones
El anciano asintió, sin decir una palabra, y me obligó a beber un extraño brebaje, era dulce y sentí que recuperaba fuerzas, me indicó que me quedara tumbado y comenzó a ir de un lado a otro de la cabaña cogiendo botes y llenándolo del reparador líquido. Me hizo una seña y me ayudó a incorporarme, cuando vio que podía mantenerme en pie, me guió fuera de la cabaña hacia un viejo pero robusto camello, lo cargo con los botes y me hizo subir, acto seguido lo agarró de las riendas y comenzó a caminar, el animal casi parecía ser inteligente, y seguía al viejo donde fuera sin que el necesitara tirar de las riendas siquiera, caminamos sin descanso, de vez en cuando el anciano me pedía indicaciones y yo intentaba guiarle tan fielmente como podía. Aunque estaba algo mejor seguía estando débil, y apenas podía mantenerme despierto, pero necesitaba llevarles la ayuda al resto, pero había una persona que sobresalía entre mis prioridades, aquella persona también estaba intentando sobrevivir junto a los otros hombres, allí perdidos en mitad del desierto. Me costaba mantener la vista fija pero, aunque me había dado un bote de brebaje, no quería gastarlo antes de lo necesario, de pronto noté que el camello aceleraba el paso, miré al anciano y me percaté de que miraba al frente y caminaba más rápido, pero no transmitía desesperación, si no alivio. Yo miré al frente también y pude distinguir entre la arena una pequeña mancha oscura formada por telas que se alzaban desde el suelo, se me iluminaron los ojos, los habíamos encontrado, y con un poco de suerte seguirían todos vivos. Poco a poco la distancia fue disminuyendo, y cuando ya estaban cerca salió un hombre iba envuelto en un turbante marrón, de un tono parecido al de la arena, lo reconocí al instante, aquel turbante se lo había regalado yo en nuestro primer viaje juntos, me bajé del camello y corrí como pude hacia él, tenia ojeras y sus hermosos rasgos se veían algo demacrados, pero iluminados por la sonrisa de quien recupera la esperanza, llegué junto a él y le abracé fuertemente, el correspondió a mi abrazo, y con nuestros cuerpos fundidos en aquel abrazo le sentí sollozar, me aparté suavemente, le sujete los hombros y le besé suavemente, transmitiéndole esperanza y seguridad, las lagrimas salían de sus preciosos ojos verdes y se mezclaron con nuestro beso, volviéndolo salado, apasionado, lleno de amor y apoyo, al fin estábamos juntos de nuevo. Entramos bajo las telas pero el panorama allí era desolador, algunos camellos habían muerto, y lo mismo había pasado con alguno heridos, no habían sido lo suficientemente fuertes y sus cuerpos yacían, sobre la arena, cubiertos con telas, nuestra llegada les revolucionó, brillos de esperanza se despertaron en sus miradas aunque en algunas se detectaba reproche, por llegar demasiado tarde. Reunimos a los supervivientes a nuestro alrededor y fuimos repartiendo las pequeñas botellas, los hombres bebieron y recuperaron fuerzas poco a poco. Un hombre entró y nos avisó de que se acercaba una tormenta, debíamos quedarnos allí y descansar. Nos repartimos los turnos de vigilancia, me quedé primero, observe a los demás mientras se recostaban en el suelo e intentaban conciliar el sueño. Me acerque a la abertura que hacía de puerta, y me senté mirando al exterior, vigilando el cielo. A lo lejos una gran nube de arena se acercaba inexorablemente hacia nosotros, pero aun tardaría en llegar. Noté que me rodeaban unos brazos fuetes pero gentiles y me giré, para mirar de frente aquellos ojos verdes. Se sentó tras de mí, abrazándome y colocando su cabeza en mi hombro.
-te he echado de menos- le dije
-y yo a ti- me susurró en el oído-temí que te pasara algo, Christian, era muy peligroso y tuviste que ir tu solo
Noté que su cuerpo se contraía en un silencioso sollozo, tomé sus brazos y me giré lentamente, llevé las manos a su cabeza y retiré con suavidad el turbante que la cubría, dejando libres sus cabellos de oro, de sus ojos verdes brotaban lagrimas de nuevo, lagrimas de alegría y de alivio.
-no podía dejarte aquí a tu suerte, Jack, necesitaba encontrar alguien que pudiera salvarte, que pudiera salvarnos a todos
Sus manos se deslizaron por mi espalda y me arrebataron el turbante, noté mi pelo caer sobre mi espalda, algunos mechones oscuros cayeron frente a mi cara y Jack los retiró suavemente mientras se acercaba y me besaba. Le abracé y le recosté suavemente sobre la arena, encerrándole entre mis brazos deseando no volver a separarme de él, mis dedos fueron apartando poco a poco su ropa y acariciando su piel, sus manos recorrían mi cuerpo, ávidas, dejando al descubierto mi blanca piel. Retozamos allí olvidándonos por completo de nuestro alrededor, de nuestros compañeros dormidos, de la tormenta que se acercaba, solo estábamos él y yo juntos de nuevo, al fin.
El viento comenzó a aumentar, cada vez sacudía el refugio con más fuerza Jack y yo nos levantamos rápidamente y nos vestimos, luego cerramos la abertura para que no entrara demasiada arena y despertamos a los demás, entre todos aseguramos las cosas, las provisiones, los animales que aun quedaban y nos acurrucamos todos juntos.la tormenta no fue muy fuerte, pero el recuerdo de la anterior aun vivía entre los hombres. Cuando al fin pasó la tensión se alivió, comenzamos a recoger todo y cargar las cosas en los camellos supervivientes, rápidamente nos pusimos en marcha y el anciano nos guió hacia su casa, el trayecto me pareció mucho más corto que la primera vez que lo había hecho, y cuando llegamos al pequeño oasis todos respiramos aliviados. Rellenamos las cantimploras y el anciano nos regaló algo de comida que aceptamos agradecidos, nos indicó hacia donde debíamos ir y al fin partimos con la esperanza de llegar por fin a algún sitio con civilización. A pesar de que volvíamos a caminar rodeados de arena por todas partes nuestros ánimos estaban mucho más altos. Poco a poco notamos como el aire se hacía más ligero y a la vez aumentaba la contaminación, cerca debía haber un pueblo. Seguimos caminando esperanzados y al rato empezamos a ver casas a lo lejos un escalofrío recorrió mi cuerpo, algo no andaba bien. Cuando llegamos al pueblo vimos que la mayoría de las casas estaban destrozadas o incendiadas. No nos atrevimos a entrar en las casas, pero por las ventanas llegamos a ver algunos cadáveres, al parecer unos bandidos del desierto habían asaltado el poblado. Y no hacía mucho tiempo. Escuche un ruido a nuestra espalda y me giré.
-¡quien anda ahí!- grité
Entonces se escuchó un llanto, me acerque cuidadosamente y vi que tras una pared se escondía una niña de unos 8 años, de tez morrena y ojos oscuros, que lloraba pero no había miedo en su mirada, si no impotencia y rabia. Cuando me acerqué a ella me atacó con un pequeño cuchillo que llevaba en su mano, pero la detuve y se lo quité.
-no vamos a hacerte daño-le dije mirándola a los ojos, me resultaron familiares- ¿Qué ha pasado aquí? ¿Dónde han ido los responsables?
-esos hombres malos vinieron y rompieron las casas, se llevaron a mamá y las otras mujeres, además mataron a los hombres- y tras decir esto se derrumbó, llorando desoladamente. Yo la cogí en brazos y solo pude entender entre sus sollozos la palabra “papá”.
La tranquilizamos y le dimos comida y bebida, cuando se calmó le pregunte hacía cuanto que se habían ido los bandidos y si sabía hacia donde, me dijo, aun entre sollozos, que habían llegado el día anterior habían destrozado todo y se habían ido antes del mediodía hacia el oeste, nosotros habíamos llegado desde el sur, habíamos tenido suerte de no cruzarnos con ellos, ya debían estar lejos, pero nosotros debíamos partir en su misma dirección y un pequeño miedo nació en nuestros corazones.
-¿no te queda ningún familiar?- le pregunté
-mi abuelo vive en una cabaña en aquella dirección- murmuró, señalando al sur
-¿tu abuelo es aquel anciano de ojos marrones que vive allí solo?
- sí, ¿le habéis visto?- la cara se le iluminó-¿está bien?
- sí, ¡el nos salvó la vida! Está bien, los bandidos no pasaron por allí
- ¡menos mal! Pero. . . que voy a hacer yo ahora
- mmm. . . eso es un problema, nosotros no podemos volver atrás, perderíamos demasiado tiempo, pero podemos llevarte con nosotros y una vez en la ciudad enviar a alguien a por tu abuelo
-me da pena dejar solo al abuelo, pero puedo ayudaros a llegar más rápidamente, ¡mi abuelo estará bien! Sabe defenderse, además los bandidos no fueron en esa dirección- dijo esto último con un brillo de esperanza en su mirada y luego calló
-¡bien, Chicos!- llamé al grupo-ya tenemos nuevo guía, os presento a. . .
-Bāli-dijo sonriendo
Todos le dieron la bienvenida y cuando ya habíamos descansado suficiente nos pusimos en marcha. Jack, Bāli y yo íbamos los primeros, seguidos por los escasos 20 hombres y los 15 camellos supervivientes. Caminamos sin descanso, racionábamos las provisiones de agua y comida, y reservamos el brebaje del anciano para casos extremos, no había muchas novedades, el trayecto era monótono, estábamos constantemente rodeados por aquellas dunas que parecían siempre iguales, pero que cambiaban constantemente, y jugaban con nuestras mentes. Nos dejamos guiar por la chiquilla, que parecía mucho más segura que nosotros, y no vaciló ni por un momento.
Bāli me llamó y señaló al frente. A lo lejos, entre las dunas había surgido un oasis.
-es nuestra primera parada, ya esta anocheciendo así que pasaremos allí la noche- era una niña muy madura para la edad que tenia
Aceleramos un poco el paso, deseando llegar y descansar cuanto antes. Una vez allí montamos las tiendas, bebimos del agua cristalina y rellenamos nuestras cantimploras, luego nos fuimos a dormir, Bāli se quedó fuera, indecisa.
-que haces ahí de pie, ¡entra!- le dije
-p-pero no quiero molestar- murmuró mirando al suelo
-no molestas, en nuestra tienda hay sitio de sobra, son para tres personas
Tras dudar un momento entró, Jack y ella se acostaron cada uno a un lado de mi nos tapamos con las mantas y enseguida se quedaron dormidos, pero a mí no me fue tan fácil, no podía conciliar el sueño, notaba el cálido cuerpo de Jack a mi derecha y la pequeña mano de Bāli aferrada a mi brazo, suavemente. Sin hacer ruido me incorporé y me deslicé fuera de la tienda, había mucha luz para ser de noche, miré al cielo y me encontré con una preciosa luna llena que me pareció inusualmente grande, nuestra tienda estaba casi en la orilla del oasis , me acerqué al agua y la observé, mi reflejo me devolvió la mirada, mis rasgos afilados, mis ojos azules, mi melena oscura, todo se reflejaba como si el agua fuera un espejo, sin una ondulación, lo rodeé y me senté en lo alto de una duna, mirando la vasta inmensidad del desierto, me agradaba la fría noche, el día allí era demasiado caluroso, demasiado sofocante. Mientras observaba el horizonte el sueño me fue alcanzando, de pronto me pareció ver destellos rojos de fuego tras las dunas, los destellos danzaban y me fueron hipnotizando, poco a poco.
Noté unos golpecitos en mi hombro y me desperté sobresaltado, me di cuenta de repente de que tenía mucho frio, me había quedado dormido en la arena.
-me desperté y no estabas ahí, me has asustado- me reprochó Jack
-lo. . . lo siento- balbucee- no tenía pensado quedarme dormido
- vamos dentro, te estás quedando helado
Me ayudó a levantarme y me rodeó con su cálido cuerpo, juntos fuimos a la tienda. Ambos estábamos muy cansados y nos dormimos en seguida, pero el mío fue un sueño inquieto, repleto de pesadillas.
En medio de la oscuridad un grito desgarrador nos sacó de nuestro sueño, algo pasaba, Jack y yo nos levantamos de un salto, Bāli estaba acurrucada y temblaba entre las mantas.
-cógela y corre- le dije a Jack señalando a Bāli
-¡¡No!!- exclamó indignado- no puedo dejarte solo ante el peligro, no otra vez-la voz se le quebró
-debemos protegerla-le reproché-está aquí por nuestra culpa
A regañadientes aceptó, le abracé fuertemente para transmitirle mi fuerza, le besé y nos despedimos, se cargó a la pequeña, que aun temblaba, a a la espalda y salimos sigilosamente.
-son ellos-murmuró Bāli con el miedo en la voz- son los bandidos
Se habían aproximado desde el noreste, Jack se escabulló hacia el oeste y yo fui en dirección contraria, hacia el otro lado del campamento por suerte el ataque había empezado allí, si no Bāli no tendría ninguna oportunidad. Me escondí detrás de unas telas y observé desde allí a los bandidos, iban armados con unas extrañas espadas cortas, tiré una cacerola que encontré a mi lado. Uno de los bandidos se acercó, picando en mi anzuelo, en cuanto asomó la cabeza entre las telas y le golpeé en la mandíbula con fuerza, dejándole fuera de combate, le arrebaté la espada y se la clavé en el pecho, por si acaso. Otro bandido, que también había oído el ruido, apareció entre las telas y, sin darle tiempo a reaccionar, le rebané el cuello con la espada de su compañero. Armado con le despojé de sus ropas y me las puse yo, para pasar desapercibido, armado con las dos espadas salí de mi escondite. Me mezclé con los bandidos fui corriendo entre ellos, cuando pillaba a uno desprevenido le clavaba la espada a traición, cada vez quedaban menos bandidos y al final se dieron cuenta de que algo pasaba, al la señal de un fuerte silbido todos se detuvieron, yo les imité, el que parecía el jefe empezó a pasearse entre ellos y hablarles en un idioma que yo no conocía, como intentando descubrir quién era el traidor, tras el entre las tiendas vi a uno de mis hombres preparando un ataque suicida contra el jefe. Intenté llamar su atención, pero no sabía cómo hacerlo sin desvelar mi posición, mientras le observaba noté que el silencio se había extendido a mi alrededor, miré y vi que todos los bandidos me miraban, incluido el jefe, que se había acercado a mí y me observaba con una mezcla de curiosidad y rabia, me dijo algo en su idioma.
-no hablo tu idioma-le dije, ya me habían descubierto, no tenia por que esconderme
-¿Quién eress?- me preguntó con un marcado acento, alargando la ese
-mi nombre es Christian-le dije
-chrisstian- dijo pensativo- me gussta tu nombre, eresss valiente y hábil, únete a nosotros
-debo negarme- le dije sosteniéndole la mirada
-entoncesss hass de morir, ¿esstass sserguro?
-sí, hay cosas más importantes que mi vida, además tendréis que cogerme antes de matarme
-¿piensass que puedes huir de nossotross?- una risa extraña salió de su garganta
-no- dije sin poder contener una sonrisa
Esto dejó confusos a las bandidos y aprovechando ese momento de despiste me giré y maté a los dos hombres que estaban tras de mí. Luego lancé mis espadas, una acertó en el estomago de un hombre cercano y, que cayó al suelo agonizando; la otra pasó produciéndole un profundo corte al jefe en el brazo, pero no lo mató. Me agaché y cogí las espadas de los que había matado ante mí. Tres hombres se abalanzaron sobre mí, con un ágil movimiento me aparté ellos chocaron y sin apenas darles tiempo a mirarme fueron atravesados por mis espadas, uno tras otro los bandidos fueron cayendo a mis pies, un brillo frio y despiadado había surgido en mis claros ojos azules, perdí el sentido de lo que hacía, mi cuerpo se movía solo y no podía detenerme, llegado un momento no recuerdo nada, mi consciencia se desvaneció.
Según me contó Jack más tarde, ellos habían ido hacia el oeste, habían encontrado una pequeña cabaña abandonada y se habían escondido allí, al la mañana siguiente se habían acercado al oasis y al ver que estaba todo en silencio se habían acercado.se habían encontrado el suelo repleto de cadáveres, el agua contaminada por la sangre, no habían visto a todos nuestros hombres así que habían supuesto que los supervivientes habían huido, habían recuperado las provisiones y las cantimploras de las tiendas. Me habían encontrado a mi enterrado bajo los cuerpos de los bandidos, cubierto de sangre, y me habían creído muerto, pero al ver que respiraba me habían cogido y me habían llevado a la cabaña abandonada, había estado inconsciente dos días y cuando al fin había despertado aun estaba débil.

con la coloración de Jonathan, que me ayudo cuando estaba sin ideas
y con la contracolaboración de mi madre, que no me deja el ordenador todo lo que me gustaría xDD