La
cera caliente cubría y se adhería a su piel… se enfriaba y solidificaba
alrededor de sus dedos… aquella sensación le encantaba, el suave tacto de la
cera le relajaba. Acercó a bong a su boca y aspiro profundamente, Pink Floyd
sonaba y ella dejó salir lentamente el denso humo por su boca, formando una
blanca nube frente a su cara. Dejó la bong en la mesita frente a ella y se
recostó en el sofá, cerró suavemente los ojos mientras “Wish you were here”
inundaba sus oídos y penetraba su mente, su respiración se acompasó a la música
y ella sonreía totalmente extasiada. Cuando la música bajó, escucho al fondo a
sus compañeros de piso e intentó centrarse de nuevo en la música. Tumbada en el
sofá con los ojos cerrados y las manos jugueteando con su pelo, su mente
comenzó a viajar, dejó su cuerpo abandonado en aquella habitación y voló de
mundo en mundo, de universo en universo, sin cesar un instante recorrió tierras
desconocidas, grandes selvas repletas de colores y formas desconocidas. Se
notaba volar, surcaba los cielos de todos aquellos mundos y atravesaba las
nubes subiendo y bajando desde las estrellas hasta las copas de los arboles,
veía nuevas constelaciones, estrellas fugaces danzando de aquí para allá,
extrañas aves la acompañaban en su viaje.
Su
mente fue llamada de nuevo a su cuerpo, cuando llegó comenzó a percatarse de
cada pequeño detalle de su cuerpo, sentía los músculos y los tendones, notaba
la sangre corriendo por sus venas y el corazón latiendo, era más consciente que
nunca del piercing de
su nariz y del de su ombligo y, entonces, el ruido de la tormenta la sobresaltó
y el hambre atacó, se levantó veloz y asaltó la nevera.